Mont Saint-Michel el final del camino, envuelto en brumas, rodeado
por el Atlántico, amurallado pétreo, la abadía lo ocupa
prácticamente todo, encaramada en lo más alto, colgada casi del
cielo. Mont Saint Michel es el final de una peregrinación estival (y
laica), sentimos encontrarnos en los auténticos pilares de la
tierra, el mar anhelo perpetuo de libertad, y la piedra, celadora de
secretos, guardiana eterna de la historia, la brisa nos trae
recuerdos de un verano entero recorriendo una (o algunas) partes de
la Vieja Europa, un viaje para recordar, guardarlo en la retina,
interiorizar lo aprendido, disfrutar de lo vivido, pero tan solo es
el final de una breve etapa, mañana habrá que seguir caminando y
descubriendo nuevos mundos, reales o ficticios, interiores o
exteriores, eternos o efímeros . . .
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