Bermudo era
hijo de Fruela, hermano de Aurelio, sobrino de Alfonso I y nieto de
Pedro de Cantabria. Después del reinado de Mauregato los magnates
volvieron a desestimar a la descendencia del rey Fruela I y optaron
por otro candidato. Con la elección de Bermudo los nobles
transgredieron la ley visigoda que inhabilitaba para el poder real a
quienes hubiesen sido tonsurados para ingresar en un monasterio, pues
tal era la condición del nuevo rey.
Bermudo era
un hombre generoso y magnánimo a la par que ilustrado, dotado de una
práctica inteligencia de estado, conocía a la perfección las
cualidades innatas de Alfonso, hijo de Fruela, y supo ver en él al
monarca ideal. Lo trajo consigo a la corte, se convirtió en su
protector y lo puso al frente de sus ejércitos.
Al igual que
Nerva confió en Trajano, Bermudo puso en bandeja el reino a Alfonso
II, y después del descalabro en la batalla de Bureba, se apartó del
poder y cedió la corona a su pupilo.
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