sábado, 7 de abril de 2018

LA INDIA.


VIDA Y COLOR 2
(Colección de Cromos de 1968).



La enorme península asiática del Indostán constituye uno de los más antiguos e importantes focos de civilización de la Humanidad; la brillantez y la originalidad de su cultura se manifiestan especialmente en su pensamiento y en sus formas artísticas. La India ha sido cuna de dos religiones de gran contenido filosófico y moral; el brahmanismo y el budismo; su literatura, que se inicia hace más de 3000 años, con la redacción de unos libros sagrados, los Vedas, con celebradas epopeyas como el Mahabbarata y el Ramayana, y prosigue con gran brillantez hasta nuestros días, está marcada por su carácter profundamente religioso y poético, y abarca los más variados géneros: teatro, cuentos, novelas, poesía... Su arte espléndido nos ha dejado maravillosas muestras a través de los tiempos, desde las graciosas figurillas que realizaron hace más de tres milenios las gentes de Mohenjo-Daro, o las bellas esculturas de los siglos IV y V d.C. que muestran la influencia de los griegos, que llegaron hasta allí guiados por Alejandro Magno, o los templos brahmánicos de los siglos XIII a XV, o las filigranas de mármol del fabulosos Taj-Mahal, la bella tumba de la favorita de un rajah del siglo XVIII.


Pero si la cultura de la India puede ser considerada en su conjunto, en cambio es muy difícil trazar la historia de aquel gran país, ya que por su enorme tamaño (casi cinco millones de km2), por la diversidad geográfica y climática de sus regiones, por la variedad de las razas que la prueban, por las múltiples invasiones que ha sufrido, ha carecido durante siglos de unidad política. En efecto, la única cosa invariable en su historia ha sido la fragmentación en pequeños reinos independientes, de características muy parecidas, pero en constante variación. En estos reinos de extensión y duración muy diversas reinaban monarcas que se rodeaban de costes fastuosas, poseían fuertes ejércitos, y dominaban con dureza a las clases humildes. Elemento imprescindible en estas cortes era el elefante, los grandes paquidermos eran utilizados en la guerra como fuerza de choque, en la paz como vehículo que expresaba la riqueza del monarca, visible en los ricos atalajes con los que revestían.



La Aldea hindú. La base de la economía de la India es la agricultura, cuya práctica varía en las distintas regiones según sean las condiciones climáticas. La población agrícola vive agrupada, en general, en poblados de pequeño tamaño, que comprenden de 50 a 200 familias con un total de 200 a 800 individuos. Las casas de estos villorrios son de madera y barro seco, con techo de paja de arroz y ramaje, o de tejas; suelen tener dos habitaciones y una galería exterior cubierta, detrás de la casa hay un pequeño patio en el que cocinan las mujeres, juegan los niños, hozan los cerdos y picotean las gallinas. En el pueblo hay alguna casa de mayor tamaño, mejor construida, a veces con un par de pisos y grandes patios, en las que viven los hombres importantes. Pero la construcción mejor es siempre el templo consagrado a alguno de los dioses del panteón hindú.


Purificación en el Ganges. El pueblo de la India se caracteriza por la profundidad de su sentimiento religioso que impregna hasta los menores actos de la vida cotidiana. El budismo, una de las dos grandes religiones que tuvieron su origen en aquella nació, no alcanzó allí gran arraigo, pero en cambio se extendió por otras naciones (China, Japón, Indonesia, Tibet) y actualmente tiene más de 390 millones de practicantes.

La religión propia de la India es el brahmanismo o hinduísmo, religión muy compleja en la que se mezclan conceptos filosóficos de gran profundidad, con prácticas y ritos de tipo mágico. Uno de estos ritos incluye la diaria ablución en las aguas purificadas del gran río sagrado. Pocos espectáculos resultan más sorprendentes en la India, ante los ojos de un europeo, que las grandes gradas de ciudades como Benarés por las que descienden hasta el río millares de peregrinos que se bañan y toman sorbos de agua mientras recitan sus plegarias.


Tres troncos raciales. Habitan en la India más de 400 millones de personas, que pertenecen a tres troncos raciales distintos: negro, blanco y amarillo. Los primeros constituyen las poblaciones más antiguas, son los vedoides que habitan en las zonas montañosas del Decán, y cuya cultura es de tipo bastante primitivo, y los melano-hindúes que viven en Ceylán, en la llanura del Ganges, y en amplias zonas de la costa, y forman en estas regiones la gran masa de agricultores y artesanos. Las gentes de raza amarilla viven especialmente en el Norte, en Birmania, y en el valle del río Brahmaputra. Finalmente los blancos pertenecen a la raza indoafgana, son gentes de elevada estatura, bien proporcionados, de cabellos ondulados y ojos oscuros; en general, se parecen bastante a los europeos de la cuenca del Mediterráno. Aunque algunos de los más importantes elementos culturales de la India se deben a los blancos, el genio del país reside en la armoniosa mezcla de las aportaciones de las diversas razas.


Las mujeres de la India con su belleza, la gracia de su porte, y sus hermosas túnicas de algodón o sera – sari – causan la admiración de cuantos las contemplan; sin embargo, hasta hace poco su suerte no era envidiable, sometidas enteramente a la voluntad de su padre y luego a la de su esposo eran consideradas como seres desprovistos de derecho alguno. Su matrimonio era tramitado por sus padres, cuando aún se hallaban en la infancia, prescindieron por completo de su voluntad. Si enviudaban, dejaban de poseer un lugar en la sociedad, ya que ni siquiera podían regresar junto a sus padres. En general los matrimonios eran monógamos, pero los hombres ricos practicaban la poligamia.

A pesar de esta situación de inferioridad de la mujer, siempre existió en la India una cierta tendencia de respeto hacia ella, y de reconocimiento de sus virtudes y de su talento, tendencia evidente en la poesía, y que ha tenido su plasmación en la época actual, en la que las mujeres han logrado ocupar puestos importantísimos, hasta el punto de que una mujer, Indira Gandhi, llegó a ocupar el cargo de primer ministro en la India


La castas. La sociedad de la India posee una característica propia que le confiere una personalidad única: la división en castas. La casta es un grupo de individuos, dedicados a las mismas ocupaciones, que deben su origen a un remoto antepasado común, al que generalmente consideran como un ser divino, y que están ligados entre sí por un conjunto de derechos y deberes. Se nace dentro de una casta, y forzosamente se pertenece a ella toda la vida, sin posibilidad de variación; se debe contraer matrimonio dentro del mismo grupo y no se puede establecer contactos con individuos de castas inferiores porque esto provoca la impureza. El cumplimiento de las múltiples reglas y deberes que hay que observar dentro del sistema de castas es vigilado por una especie de tribunal formado por los miembros más influyentes de cada casta; este tribunal impone sanciones a los que quebrantan las leyes. La casta superior es la de los brahmanes, los sacerdotes; la segunda la de los ksatriyas, su misión es el mando, la jefatura, a esta casta pertenecen los reyes, la nobleza y los guerreros. La tercera casta de hombres libres es la de los vaisyas, a ella pertenecen los agricultores y los comerciantes.


Sudras y parias. La gran masa del pueblo indio pertenece a la cuarta casta, la de los sudras, que se ocupan en los más humildes trabajos manuales y que incluyen a su vez numerosas clases bien diferenciadas, así hay grupo relativamente elevados que realizan servicios a los brahmanes y a los ksatriyas, por ejemplo, los tejedores, barberos, lavanderos y maestros. Los restantes grupos son “intocables”, so pena de incurrir en impureza, para las castas superiores, e incluyen pescadores, cazadores, ceramistas, herreros, etc; por debajo de esta casta, aún hay otras inferiores, las de los parias que carecen de libertad, pueden ser comprados y vendidos y se dedican a las más bajas tareas agrícolas; la sola presencia de un paria contamina de impureza, por ello no pueden andar por los mismos senderos que los individuos de las castas superiores y tienen prohibido penetrar en los templos de los brahames, así que deben contentarse con frecuentar templos exclusivamente para ellos.


Arte monumental. El arte de la India es uno de los más interesantes del mundo y nos ha legado obras de impresionante belleza tanto en el campo de la arquitectura, como en los de la escultura y la pintura. La arquitectura se caracteriza, a través de los tiempos, por el gusto por la decoración esculpida: fachadas, torres, cúpulas y terrazas quedan cubiertas por esculturas, altorrelieves y bajorrelieves, en los que se patentiza la habilidad y maestría de los escultores indios, que trabajaron la piedra con sin igual destreza: así, en donde mejor se muestra la personalidad del idio es en las imágenes de Buda, llenas de majestad y recogimiento, en los grandes relieves en los que aparece representada la trinidad de dioses hindúes, bajo la forma de cuerpo con tres caras (Brahma, Vishnú y Shiva), en los frisos que representan desfiles de elefantes, monos o serpientes, en los paneles esculpidos representando hombres y mujeres en graciosas escenas de la vida cotidiana. Los interiores de templos y palacios muestran asimismo el fruto del genio de los escultores indios en la talla de la madera del marfil o del metal.


Riqueza de los tejidos. Una de las más antiguas industrias de la India es la del tejido; Herodoto ya habla de las telas de algodón que vestían los soldados indios y la confección de tejidos de lana se remonta a la época de las invasiones de los indoafganos; al parecer fueron éstos los que introdujeron o descubrieron las cualidades del algodón como fibra textil. A lo largo de la historia del gran país se logró una extraordinaria variedad de tejidos (brocados, bordados, muselinas, gasas) tanto en lana y algodón como en seda (importada en parte de China)
La artesanía de la India alcanza un extraordinario nivel en muchos otros órdenes; así en la metalurgia del bronce (vasijas, esculturas), en la del hierro (armas, instrumentos agrícolas) en la de los metales preciosos (orfebrería); también en la cerámica (placas con relieves, figurillas, recipientes).
Actualmente el país se halla en un creciente proceso de industrialización que seguramente permitirá solucionar muchos de los grandes problemas económicos y sociales que tiene planteados.


El Tigre. En las abundantes zonas de selva tropical de la India vive uno de los mayores y más feroces felinos existentes, el tigre. Es un hermoso animal de gran tamaño; el llamado tigre de Bengala sobrepasa los 3 metros de longitud de cabeza a cola, su piel de un tono leonado ostenta finas rayas negras y la cola anillos asimismo negros: dotado de potentes garras y de colmillos de más de 7 cms de largo, es un animal temible, debido especialmente a su ferocidad. Los indígenas sienten verdadero terror hacia los tigres todavía muy abundantes en las grandes llanuras selváticas del estado de Bengala; en general, los tigres se limitan a atacar a los rebaños de los pacíficos agricultores, pero de vez en cuando los machos viejos hacen presa de algún niño y una vez han probado la carne humana se convierten en devoradores de hombres y las gentes de los poblados atacados se ven obligados a realizar batidas hasta lograr darles muerte.


La cobra. Otro de los temibles animales que abundan en las zonas más cálidas de la India, es la serpiente cobra, uno de los más venenosos reptiles de la tierra. Aunque algunas cobras pueden alcanzar hasta cuatro metros de longitud, la de la India suele medir unos dos metros. Se caracterizan por unos ensanchamientos a modo de aletas que se le forman junto a la cabeza cuando se dispone a atacar. Normalmente se alimenta de roedores, pájaros y pequeños animales: conejos, polluelos y cachorrillos, pero como gusta del calor, suele invadir las casas de los agricultores, y busca refugio bajo las maderas del suelo o en el techo, lo cual representa un terrible peligro para los habitantes ya que su picadura es mortal. La cobra cuando se dispone a atacar adopta una postura característica, levantando verticalmente la parte superior del cuerpo y ejecutando un balanceo que hipnotiza a sus presas: de repente salta hacia adelante y clava sus afilados incisivos, inoculando el veneno en el cuerpo de su infeliz víctima.


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