El antiguo principado de
Valaquia, una de las regiones históricas que conforman la moderna
Rumanía, era un estado con gobernantes – denominados voivodas –
de quita y pon. La mayoría de las veces estos príncipes eran
títeres y vasallos de estados más poderodos, como el Reino de
Hungría, el Imperio Otomano o la dinastía Habsburgo, una situación
que se traducía en gobiernos efímeros, tumultuosos y que solían
acabar en un baño de sangre, un asesinato en la oscuridad o una
precipitada huida a medianoche para mantener la cabeza sobre los
hombros. A veces, esos mismos voivodas desterrados, regresaban a
Valaquia como si nada hubiese sucedido, y volvían a sentarse en el
trono. Uno de estos voivodas de ida y vuelta fue Mihnea Turcitul, que
gobernó Valaquia en dos ocasiones. Entre 1577 y 1583 y entre 1585 y
1591.
Mihnea II, hijo de
Alejandro II Mircea, perteneciente al linaje de los draculesti,
recibió el apodo de Turcitul tras su conversión al Islam. El primer
reinado aconteció durante su infancia, bajo la tutela y regencia de
su madre, Catherine Salvaresso. Este breve reinado finalizó por
deseo del sultán Mehmed III que patrocinó a Petru Cercel como nuevo
voivoda. El joven Mihnea tuvo que exiliarse a Trípoli custodiado por
la autoridad otomana.
El dinero de su madre,
miembro de una rica familia, y su sumisión y conversión sincera al
Islam, terminaron por convencer a los otomanos, que propiciaron su
vuelta al trono valaco. El vil dinero pasó de las manos de Mihnea a
la de los funcionarios turcos que se comprometieron a asesinar a su
rival. Tampoco acabó bien este segundo reinado, pues fue depuesto y
reemplazado por Stefan Surdul. Mihnea murió en Estambul, su tierra
de acogida en 1601.
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