La capital de Bosnia-Herzegovina, un fascinante país, es conocida como la Jerusalén de Europa, debido a la tradicional diversidad religiosa (que no quiere decir que siempre se lleven bien) formada por católicos, musulmanes, ortodoxos y judíos. En Sarajevo el centro de Europa se abraza con el Mediterráneo, y el Oriente islámico se da la mano con el Occidente cristiano.
Enclavada en el valle de los Alpes Dináricos, por donde fluye el
río Miljacka, que discurre por el corazón mismo de Sarajevo. Aunque
la presencia humana está atestiguada desde la prehistoria, la ciudad
propiamente dicha fue erigida por los otomanos para tener una capital
en el región.
En 1429 los turcos conquistaron una fortaleza eslava, Vrh Bosna, a
partir de la cual desarrollaron Sarajevo. Isa Beg Isakovic fue el
primer gobernador turco de la ciudad, cuya fecha de fundación fue en
1461. Con el tiempo se convirtió en la urbe otomana más importante
de los Balcanes.
El bazar, bascarsija, y sus impresionantes mezquitas son el recuerdo
en piedra de un pasado otomano, y un presente que sigue siendo
mayoritariamente musulmán.
Más tarde formó parte del ambicioso Imperio Austrohúngaro y un
trágico 26 de junio del año 1914, un estudiante nacionalista
bosnio, Gavrilo Princip, miembro de un grupo terrorista (posiblemente
anarquista) asesinó junto al Puente Latino (Latinska cuprija) a
Franz Ferdinand, heredero al trono de Austria-Hungría, y a su esposa
Sophia Chotek. Varios días más tarde comenzaba la Primera Guerra
Mundial.
En la Guerra de Yugoslavia de los años '90, Sarajevo fue una de las
ciudades más castigadas por la artillería serbia. Durante mi
adolescencia, pasaba largos ratos indignado delante de telediarios e
informativos varios, que anunciaban un día si y otro también, que
la ONU aplazaba su intervención en los Balcanes (en la Primera
Guerra del Golfo no lo pensaron tanto) mientras miles de bosnios eran
masacrados a diario. Esto me sirvió para abrir los ojos ante la
podredumbre institucional de las altas esferas del poder. Durante
cuatro largos años que duró la guerra (1992 - 1995) la ciuda fue
prácticamente reducida a escombros. Actualmente es una dinámica, y
agradable urbe, pues el bosnio, es un pueblo entrañable y acogedor.
Sarajevo me recuerda lejanamente a Granada, sus montañas, su río y
el Islam, el mundo bereber y nazarí, frente al mundo turco otomano.
...y tras más de 5000 kilómetros, muchos de ellos por estrechas
carreteras, después de haber atravesado España, Francia, Italia,
Eslovenia, Croacia, Montenegro, parte de Albania y la mitad de
Bosnia, terminamos una calurosa tarde estival sentados disfrutando de
un café en una bar del viejo bazar de Sarajevo....
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