Pocos monumentos causan mayor impresión al alma humana que los relacionados con la muerte. Pirámides, catacumbas, cementerios y mausoleos espolean la imaginación y transmiten sensaciones encontradas. La maravilla de la obra de arte y la seguridad de lo inevitable. En Innsbruck , la preciosa ciudad alpina, capital del Tirol, se ubica uno de los más espectaculares cenotafios jamás construidos, el del emperador Maximiliano I, el último caballero de espada y el primero de la pólvora.
Maximiliano I, el último caballero de armadura, y el primero de las armas de fuego, personaje clave de la época que le tocó vivir, quiso perdurar en el tiempo, y seguir asombrando a las generaciones venideras. Y eso es precisamente lo que produce el mausoleo del Emperador.
Maximiliano I, el último caballero de armadura, y el primero de las armas de fuego, personaje clave de la época que le tocó vivir, quiso perdurar en el tiempo, y seguir asombrando a las generaciones venideras. Y eso es precisamente lo que produce el mausoleo del Emperador.
La Hofkirche, una iglesia que casi pasa desapercibida, a escasos metros del Palacio Imperial, se levanta un espectacular sepulcro, acompañado de 28 esculturas a tamaño natural, de otras tantas personalidades vinculadas al Emperador (de manera real o interesada) o a la historia de Europa. Este despliegue de medios perseguía un objetivo claro, representar el poder ostentado en vida.
"A lo largo de toda la Historia, las últimas moradas de los distintos miembros de las casas reales europeas se han ideado, planificado y construido para transmitir a sus contemporáneos y a la posteridad una idea muy concreta y muy meditada del poder y la importancia tanto del difunto que allí reposaba como de la familia o dinastía a la que pertenecía. De la misma manera, los monumentos funerarios constituían elementos de representación del poder, de legitimación dinástica y de reivindicación capitales dentro de la cultura visual de la Edad Moderna. El cenotafio de Maximiliano I en la iglesia de la corte (Hofkirche) de Innsbruck es un gran ejemplo de un monumento funerario concebido para legar a la posteridad una memoria gloriosa del poder político, territorial y casi sagrado de la familia Habsburgo y del propio Maximiliano, donde todo tiene un significa político y dinástico muy concreto y donde nada ha sido dejado al azar".
"A lo largo de toda la Historia, las últimas moradas de los distintos miembros de las casas reales europeas se han ideado, planificado y construido para transmitir a sus contemporáneos y a la posteridad una idea muy concreta y muy meditada del poder y la importancia tanto del difunto que allí reposaba como de la familia o dinastía a la que pertenecía. De la misma manera, los monumentos funerarios constituían elementos de representación del poder, de legitimación dinástica y de reivindicación capitales dentro de la cultura visual de la Edad Moderna. El cenotafio de Maximiliano I en la iglesia de la corte (Hofkirche) de Innsbruck es un gran ejemplo de un monumento funerario concebido para legar a la posteridad una memoria gloriosa del poder político, territorial y casi sagrado de la familia Habsburgo y del propio Maximiliano, donde todo tiene un significa político y dinástico muy concreto y donde nada ha sido dejado al azar".
Rocío Martínez López
El cenotafio de Maximiliano I: la memoria
dinástica, política y territorial a través
de los monumentos funerarios reales.
Un aire de solemnidad recorre la nave central de la iglesia, dominada por el enorme mausoleo, que es rematado por la figura de un arrodillado Maximiliano. Pero lo más llamativo de todo, es que el mausoleo está vacío. El mausoleo fue encargado por Fernando I de Habsburgo, hermano del rey Carlos V, y sucesor de éste al frente del Sacro Imperio, pero el cuerpo de su abuelo Maximiliano, jamás llegó a descansar bajo tan impresionante cúmulo funerario. En definitiva podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estamos ante la más hermosa tumba vacía que el ser humano, en su intento por trascender, ha podido crear.
En el proyecto original, ideado por el propio emperador, cuarenta estatuas formarían el cortejo fúnebre que lo custodiaría durante toda la eternidad. Finalmente se construyeron veintiocho figuras. Las que siguen.
Rey Fernando II de Aragón
Reina Juana de Castilla.
Duque Felipe III de Borgoña "el Bueno"
Duque Carlos el Temerario de Borgoña
Archiduquesa Cimburgia de Masovia, abuela paterna del emperador.
Archiduquesa Margarita de Austria
Blanca María Sforza segunda esposa de Maximiliano.
Archiduque Segismundo de Austria
Rey Arturo, ideal mitificado de rey medieval, sabio, justo y buen guerrero.
Fernando I de Portugal.
Ernesto de I Austria, "el duque de Hierro"
Teodorico el Grande, rey de los ostrogodos.
Duque Alberto II de Austria
Kaiser Rodolfo I de Habsburgo.
Felipe I el Hermoso
Clodoveo I rey de los Francos.
Alberto II de Habsburgo, Duque de Austria, rey de Hungría y de Bohemia.
Emperador Federico III. Padre de Maximiliano.
Leopoldo III de Austria
Federico IV de Austria, "el de los bolsillos vacíos".
Godofredo de Bouillon, protector del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Isabel de Luxemburgo, reina consorte de Hungría.
María de Borgoña primera esposa de Maximiliano.
Isabel de Carintia.
Veintiocho estatuas silentes velan por un difunto que no yace en esta tumba. Grande en vida hizo un guiño a la muerte preparando un sepulcro que jamás ocuparía. Nadie engrandeció Austria como él, último caballero medieval y primer estadista moderno, aunque su cuerpo no descanse en Innsbruck, su espíritu reside en este corazón del Tirol.
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