La desnudez del guerrero
Los gesatos eran
guerreros galos que iban a la guerra a cambio de dinero, expertos
mercenarios, dispuestos a poner su espada a disposición del mejor
postor.
“Unidos
los insubrios y boios, los dos pueblos más poderosos de la nación,
enviaron a punto embajadores a los galos que habitaban los Alpes y el
Ródano, llamados gesatos, porque militaban por cierto sueldo; ésta
es propiamente la significación de esta palabra”.
Polibio
II, 22
Iban al combate desnudos,
adornados con torques y collares de oro, y aullaban antes de
lanzarse con demencia a destrozar las filas enemigas. La desnudez y
los gritos forman parte de sus armas, pues conseguían amedrentar al
contrario. La visión de un ejército de fieras sin más protección
que su cuerpo debía causar pavor en los bisoños legionarios
romanos. Aquí la desnudez es un símbolo del desprecio hacia el
peligro que representa una batalla.
“Los gesatos desnudos,
vanidosos y llenos de confianza, se situaron al frente de las tropas
con sólo las armas”
Polibio II, 28
En la Batalla de Telamón,
225 a.C., una confederación de tribus galas, boios, insubrios y los
propios gesatos se enfrentaron a la República de Roma. Los gesatos
avanzaron en la vanguardia celta, y aunque lucharon con exceso de
valentía se vieron superados por las legiones romanas, pues las
jabalinas latinas utilizaron como dianas los desnudos cuerpos de los
temerarios gesatos.
Desde un punto de visto
sociológico, la desnudez, especialmente en determinados contextos,
puede causar confusión y desconcierto, y precisamente un campo de
batalla es uno de esos lugares. En palabras de Muñiz Coello: “La
desnudez provoca desconcierto y afecta al sentido del pudor de
quienes la observan, sobre todo cuando ésta se ubica en contextos
ajenos de aquellos en los que habitualmente se contempla”.
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