jueves, 13 de diciembre de 2012

LAOCOONTE

. . . el inocente Laoconte, cometió tres terribles
errores que sellaron su destino;
pasar por el sitio equivocado;
estar allí en un momento inapropiado
y decir lo que nadie era capaz de ver. . .

Laocoonte y sus hijos son castigados por Apolo, que envía dos serpientes, de nombre, Porces y Caribea, para que los asfixie y los sepulte bajo el mar. El desdichado sacerdote Laocoonte trataba de advertir a los incautos troyanos de los peligros que conllevaba el aceptar un presente de unos griegos, que hasta hacía unas horas, intentaban por todos los medios tomar al asalto los altos muros de la ciudad.

¡Necios, no os fieis de los griegos ni siquiera cuando os traigan regalos!
Virgilio, Eneida
Apolo destruyó a Laocoonte y a sus vástagos, Antifante y Timbreo (al que algunos llaman Melanto) , para que no evitaran el éxito del ardid de los griegos.

Ellas, con marcha firme, se lanzan hacia Laocoonte; primero se enroscan en los tiernos cuerpos de sus dos hijos, y rasgan a dentelladas sus miserables miembros; luego arrebatan al padre que, esgrimiendo un dardo, iba en auxilio de ellos, y lo sujetan con sus enormes anillos: ya ceñidas con dos vueltas alrededor de su cuerpo, y dos veces rodeado al cuello el escamoso lomo, todavía exceden por encima sus cabezas y sus erguidas cervices. Pugna con ambas manos Laocoonte por desatar aquellos nudos, mientras chorrea de sus vendas baba y negro veneno, y al propio tiempo eleva hasta los astros espantables clamores...
Virgilio, Eneida
Agesandro, y sus hijos, Poludoro y Ahenodoro, de la escuela de Rodas, fueron los artífices de este grupo escultórico realizado en mármol, que sirvió para decorar la Domus Aurea de Nerón y en la actualidad podemos disfrutar en el Museo del Vaticano.

La escultura “Laocoonte y sus hijos” fue descubierta en 1506, y los hombres del Renacimiento vieron en su dramatismo el ideal de la Antigüedad. El mismo Plinio el Viejo en su Historia Natural escribe que esta “obra debe ser situada por delante de todas, no sólo las de arte de la estatuaria, sino también de las de la pintura”.

La escultura muestra una composición piramidal, con la cabeza de Laocoonte como vértice superior. Los artistas rodios insuflaron dramatismo al rostro de Laocoonte, dolor físico por su sufrimiento y dolor humano al contemplar el fatal destino al que había conducido a sus propios hijos.

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