. . . el inocente
Laoconte, cometió tres terribles
errores que sellaron su
destino;
pasar por el sitio equivocado;
estar allí en un momento inapropiado
y decir lo que nadie era capaz de ver. . .
pasar por el sitio equivocado;
estar allí en un momento inapropiado
y decir lo que nadie era capaz de ver. . .
Laocoonte y sus hijos son
castigados por Apolo, que envía dos serpientes, de nombre, Porces y
Caribea, para que los asfixie y los sepulte bajo el mar. El
desdichado sacerdote Laocoonte trataba de advertir a los incautos
troyanos de los peligros que conllevaba el aceptar un presente de
unos griegos, que hasta hacía unas horas, intentaban por todos los
medios tomar al asalto los altos muros de la ciudad.
¡Necios, no os fieis de los
griegos ni siquiera cuando os traigan regalos!
Virgilio, Eneida
Apolo destruyó a
Laocoonte y a sus vástagos, Antifante y Timbreo (al que algunos
llaman Melanto) , para que no evitaran el éxito del ardid de los
griegos.
Ellas, con marcha firme, se lanzan hacia Laocoonte; primero se enroscan en los tiernos cuerpos de sus dos hijos, y rasgan a dentelladas sus miserables miembros; luego arrebatan al padre que, esgrimiendo un dardo, iba en auxilio de ellos, y lo sujetan con sus enormes anillos: ya ceñidas con dos vueltas alrededor de su cuerpo, y dos veces rodeado al cuello el escamoso lomo, todavía exceden por encima sus cabezas y sus erguidas cervices. Pugna con ambas manos Laocoonte por desatar aquellos nudos, mientras chorrea de sus vendas baba y negro veneno, y al propio tiempo eleva hasta los astros espantables clamores...
Virgilio, Eneida
Agesandro, y sus hijos,
Poludoro y Ahenodoro, de la escuela de Rodas, fueron los artífices
de este grupo escultórico realizado en mármol, que sirvió para
decorar la Domus Aurea de Nerón y en la actualidad podemos disfrutar
en el Museo del Vaticano.
La escultura “Laocoonte
y sus hijos” fue descubierta en 1506, y los hombres del
Renacimiento vieron en su dramatismo el ideal de la Antigüedad. El
mismo Plinio el Viejo en su Historia Natural escribe que esta “obra
debe ser situada por delante de todas, no sólo las de arte de la
estatuaria, sino también de las de la pintura”.
La escultura muestra una
composición piramidal, con la cabeza de Laocoonte como vértice
superior. Los artistas rodios insuflaron dramatismo al rostro de
Laocoonte, dolor físico por su sufrimiento y dolor humano al
contemplar el fatal destino al que había conducido a sus propios
hijos.
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