VIDA Y COLOR 2
(Colección de Cromos de 1968)
Mesopotamia, es decir, " el país entre ríos" (Tigris y Éufrates), tuvo desde la prehistoria una población de agricultores sedentarios que habitaban en las llanuras aluviales, de suelo fértil fácilmente irrigable. Hacia el año 3.500 a.C. se produjo la invasión de estas tierras por una oleada de gentes de origen incierto: los sumerios.
El prototipo de ciudad sumeria fue Lagash, cuya organización conocemos a través de numerosos textos y cuyos vestigios han sido descubiertos por los arqueólogos.
Casi todas las ciudades, o por lo menos las más importantes, veneraban a un dios propio del que eran servidores directos los sacerdotes que vivían en el templo. Algunas divinidades sumerias adquirieron, sin embargo, una fama mayor de la habitual y su culto se extendió a todo el país; entre éstas las más importantes fueron Anu, señor del cielo, e Innana, diosa de la fecundidad, ambos originarios de la ciudad de Uruk, Enlil, dios del universo adorado en Nippur cuyos símbolos - el sol y la luna creciente - vemos en esta lámina, y Enki, dios de las aguas al que estaba consagrada la ciudad de Eridú.
A través de las obras de arte - relieves y esculturas exentas - que se han conservado hasta nuestros días sabemos cual fue el aspecto físico de los sumerios.
En nuestro grabado aparece el retrato de una mujer sumeria. Su rostro es muy parecido a los que podemos encontrar hoy en las calles de Bagdad o en las aldeas iraquíes.
La supremacía de los semitas de Acad se mantuvo durante un siglo y medio a costa de constantes luchas con pueblos bárbaros de oscura procedencia que trataban de forzar la entrada del país. El monarca Narm-Sin fue capaz de mantenerlos a raya.
El clima caluroso de Mesopotamia determinó que los sumerios desarrollaran al aire libre casi todas sus actividades.
Diversos campesinos atareados en la labor de aplanar, pisoteándolas, las esteras destinadas a formar la techumbre de la cabaña que aparece en último término.
A comienzos del tercer milenio apareció en Mesopotamia un rudimentario sistema de escritura que venía a satisfacer las necesidades comerciales de estas sociedades.
Durante la época de florecimiento de las ciudades mesopotámicas se produjeron reproducciones humanas o de animales que hoy, cinco mil años después de que fueran talladas, nos parecen de una asombrosa modernidad.
La fauna de Mesopotamia estuvo compuesta por numerosas variedades de animales salvajes. Los artistas de Sumer reprodujeron muchas de ellas en sus obras: leones, águilas, buitres, toros salvajes, muflones, cabras montesas. . . Pero en los relieves de piedra no figuró jamás la representación de la hiena, animal que recorría la llanura atraído por el dolor de la carroña. Sin duda, a los sumerios no les agradó este carnívoro de costumbres nocturnas y aullido que remeda la risa humana; tampoco su figura grotesca - tiene las patas traserass más cortas que las delanteras - y su andar desgarbado fueron lo suficientemente atractivos como para que los artistas plasmaran su imagen. Tras los combates mantenidos por el ejército acadio con los pueblos bárbaros que habitaban las fronteras del país, los campos de batalla se convirtieron en punto de reunión de innumerables manadas de hienas que se disputaban ferozmente los cadáveres. Por esta razón, el pacífico campesino sumerio identificó a dichos animales con los malos espíritus.
En nuestro grabado aparece el retrato de una mujer sumeria. Su rostro es muy parecido a los que podemos encontrar hoy en las calles de Bagdad o en las aldeas iraquíes.
La supremacía de los semitas de Acad se mantuvo durante un siglo y medio a costa de constantes luchas con pueblos bárbaros de oscura procedencia que trataban de forzar la entrada del país. El monarca Narm-Sin fue capaz de mantenerlos a raya.
El clima caluroso de Mesopotamia determinó que los sumerios desarrollaran al aire libre casi todas sus actividades.
Diversos campesinos atareados en la labor de aplanar, pisoteándolas, las esteras destinadas a formar la techumbre de la cabaña que aparece en último término.
A comienzos del tercer milenio apareció en Mesopotamia un rudimentario sistema de escritura que venía a satisfacer las necesidades comerciales de estas sociedades.
Durante la época de florecimiento de las ciudades mesopotámicas se produjeron reproducciones humanas o de animales que hoy, cinco mil años después de que fueran talladas, nos parecen de una asombrosa modernidad.
La fauna de Mesopotamia estuvo compuesta por numerosas variedades de animales salvajes. Los artistas de Sumer reprodujeron muchas de ellas en sus obras: leones, águilas, buitres, toros salvajes, muflones, cabras montesas. . . Pero en los relieves de piedra no figuró jamás la representación de la hiena, animal que recorría la llanura atraído por el dolor de la carroña. Sin duda, a los sumerios no les agradó este carnívoro de costumbres nocturnas y aullido que remeda la risa humana; tampoco su figura grotesca - tiene las patas traserass más cortas que las delanteras - y su andar desgarbado fueron lo suficientemente atractivos como para que los artistas plasmaran su imagen. Tras los combates mantenidos por el ejército acadio con los pueblos bárbaros que habitaban las fronteras del país, los campos de batalla se convirtieron en punto de reunión de innumerables manadas de hienas que se disputaban ferozmente los cadáveres. Por esta razón, el pacífico campesino sumerio identificó a dichos animales con los malos espíritus.
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