Pretencioso resumir en pocos párrafos la historia del pueblo hebreo, elegidos por Dios, y condenados, precisamente por su santidad, a un perpetuo errar. La historia política, económica, social y cultural, así como sus costumbres y tradiciones, es inseparable de la Historia Sagrada.
Y encontrar la verdad humana en las palabras, en libros mudos que sólo hablan a quien sepa escuchar. La Biblia es mucho más que la palabra de Dios, la Biblia es la palabra de los hombres y de las mujeres.
Y encontrar la verdad humana en las palabras, en libros mudos que sólo hablan a quien sepa escuchar. La Biblia es mucho más que la palabra de Dios, la Biblia es la palabra de los hombres y de las mujeres.
1.- Los Orígenes del pueblo de Israel.
Para el pueblo de Israel, lo que lo hace santo, no es un objeto místico, ni un hito concreto, lo verdaderamente importante, es el relato de su Alianza con Dios. Israel, se cree, y se siente elegido por Dios.
1.1.- Los Patriarcas.
En origen, los judíos eran un conjunto de grupos de pastores semitas seminómadas vagando por tierras de Mesopotamia y que de ninguna manera formaban unidad. La organización social se basaba en la tribu, y la autoridad correspondía al Patriarca, o Cabeza de Familia, cuyo cargo pasaba del padre al hijo mayor. Las mujeres estaban totalmente subordinadas a ellos.
Como pueblos pastores, adoraban al dios pastor de sus antepasados, al que conocían como "Él". En estas primeras etapas formativas, aceptaban a otras divinidades, e incluso mantenían antiguos cultos animistas, relacionados con el mundo natural; piedras sagradas, fuentes,. . .
1.2.- Abraham y la alianza.
De entre estos patriarcas, cobra gran importancia y trascendencia Abraham, originario de Ur en Caldea, que andando el tiempo se convertiría en el padre, y piedra angular de las tres grandes religiones reveladas: Judaísmo, Cristianismo e Islam.
Según narran las Sagradas Escrituras, hacia el 1850 a.C. Dios se apareció ante Abraham, sin que mediara invocación, y le reveló sus intenciones para con él y sus descendientes. Dios acordó una alianza con Abraham, le instó abandonar Ur y marchar hacia la Tierra Prometida de Canaán, prometiéndole que sería el fundador del "Pueblo Elegido". A cambio, Yahvé, pide obediencia y confianza total, es decir, auténtica Fe en sus divinas palabras.
Abraham aceptó la alianza, hizo suyo el mensaje de Dios, abandonó las tierras de Caldea con los suyos y se asentó en Canaán, donde nacieron sus descendientes; su hijo Isaac y su nieto Jacob, aquel que recibió el nombre de Israel. Los miembros del linaje de Abraham se convirtieron en los patriarcas de Israel.
Jacob, recibió de Yahvé el nombre de Israel y fue padre de doce hijos, epónimos de las Doce Tribus de Israel; Aser, Benjamín, Dan, Gad, Isacar, José, Judá, Leví, Neftalí, Rubén, Simeón y Zabulón.
1.3.- Moisés y el Éxodo.
Hacia el 1.700 a.C., una época de carestía obligó a los hebreos marchar a Egipto en busca de mejores condiciones de vida. Una constante que se ha repetido, y continúa repitiéndose a lo largo del tiempo, grupos nómadas que buscan una vida mejor, asentándose en territorios urbanizados más prósperos.
En Egipto vivieron unos cuatro siglos, y cayeron bajo el yugo de la esclavitud al haber olvidado su Alianza con Yahvé. Pero en su infinita benevolencia y misericordia, el Dios de Israel estaba dispuesto a concederles una nueva oportunidad, una nueva esperanza llamada Moisés.
Dios se materializó como una Zarza Ardiente ante los atónitos ojos de Moisés, se presentó con el nombre de Yahvé, le comunicó su deseo de renovar la Alianza y le animó a liberar a su pueblo de la opresión del faraón. Dios ayudaría a su pueblo, si eran capacez de obedecerle y adorarle sólo a Él.
Moisés se puso al frente de los hebreos en su salida de Egipto y los guió a través del ardiente desierto del Sinaí, en una larga marcha, el Éxodo, que se prolongó durante cuarenta años, desde el País del Nilo, hasta Canaán, la anhelada Tierra Prometida.
En el monte Sinaí, Yahvé entregó a Moisés las Tablas de la Ley, los "Diez Mandamientos" de obligado cumplimiento, y que se sellan la Alianza de Dios con el Pueblo de Israel. El Decálogo reglará la vida del pueblo, basándose en la Ley Divina.
2.- El Reino de Israel.
La conquista de la tierra de Canaán y la lucha contra los pueblos vecinos; filisteos, edomitas, amalecitas, moabitas y otros, hicieron posible la unificación de todo el pueblo de Israel en un sólo reino, cuyo primer rey fue Saul.
Con sus sucesores, David y Salomón, Israel alcanzó su época de mayor esplendor como reino. Tras la desaparición de Salomón, el reino quedó dividido en Judá e Israel, y fue cayendo sucesivamente bajo el poder asirio, babilonio, persa, griego y romano.
2.1.- La época de los Jueces.
La época que transcurre desde la salida de Egipto a la creación de la monarquía, se conoce como época de los Jueces. En este periodo de tiempo, los hebreos eran dirigidos por grandes hombres llamados jueces, con poderes civiles, militares y religiosos.
Una vez en tierras cananeas, los israelitas fueron conquistando las ciudades una a una, pero como es lógico suponer, no pudieron dominarlas a todas. Uno de los líderes militares más activos fue Josué, que consiguió asaltar los altos muros de Jericó.
Tras el asentamiento en tierras cananeas, el territorio se repartió entre las Doce Tribus. Todas ellas recibieron un lugar donde comenzar una nueva vida excepto las tribus de Leví y la de José. La de José, debido a su fortaleza, se dividió entre los descendientes de sus hijos Manesés y Efraín. Mientas que la tribu de Leví, por mandato divino se dedicaría al sacerdocio, por lo que no iba a necesitar tierras.
A mediados del siglo XII a.C. hicieron su fulgurante aparición los filisteos, uno de los elementos más activos de los llamados "Pueblos del Mar", que ocuparon la costa siriopalestina y derrotaron en varias ocasiones a los hebreos.
Aunque también hubo caudillos victoriosos, como Sansón, prodigio de fuerza, capaz de estrangular a un león con sus propias manos, combatió con éxito frente a los filisteos.
2.2.- La unificación.
La necesidad de unidad para hacer frente a los numerosos enemigos, edomitas, madianitas, amonitas y arameos, aceleró el proceso de creación del reino.
Samuel, el último de los jueces, fue el encargado de elegir y ungir a Saúl, primer rey de Israel, y artífice de la unificación de todo el pueblo bajo su égida.
El sucesor de Saúl, el Rey David, derrotó a los filisteos, conquistó Jerusalén, a la que convirtió en capital, e inició la construcción de un gran Templo, que fue terminado por su hijo Salomón.
Salomón, adquirió fama por la prosperidad de su reino y era considerado un gran y benevolente sabio.
2.3.- La división del Reino.
Tras la muerte de Salomón (930 a.C.) la unidad se quebró, dividiéndose el reino en dos; Israel al Norte con capital en Samaria, y Judá en el Sur, manteniendo la capitalidad Jerusalén.
La vida urbana y el contacto con las creencias y costumbres cananeas fueron diluyendo la fe de los judíos en su Dios. Por este motivo, surgieron los Profetas; personas que predicaban la necesidad de mantener la fidelidad de la alianza, la fe en la promesa de Dios y el cumplimiento estricto de la ley mosaica.
2.4.- Los portavoces de Dios.
Estos profetas se convirieron en auténticos portavoces de Yahvé, intermediarios entre la divinidad y los hombres.
Elías advirtió a Israel que sería castigado si desobedecía a Dios y no era fiel a la alianza. Vaticinó que en un futuro llegaría el Mesías, el elegido de Dios que traería la Paz a Israel.
Ezequiel acompañó, y sufrió, con Israel su cautivero en Babilonia, insistiendo en la necesidad de manenter la fe y la esperanza en el retorno y la reconstrucción de la nación.
2.5.- El exilio en Babilonia.
Nabucodonosor II, rey de Babilonia, conquistó Jerusalén en el año 586 a.C. Buena parte de sus habitantes, en especial las élites políticas y religiosas, fueron llevadas cautivos a Babilonia. Los exiliados, alejados de cultos y rituales ajenos, emprendieron una labor de purificación de su propia religión.
Unos siglos antes, en el 720 a.C., el reino de Israel había sido asaltado, conquistado y destruído por el rey asirio Sargón II, después de la muerte de Salmanasar V, en el asedio de Samaria.
Cuando los persas de Ciro II el Grande consiguen el control y dominio sobre Babilonia, permite a los judíos regresar a su hogares. Lo primero que hicieron al volver a casa, fue reconstruir el Templo de Jerusalén, y proclamar que era la única morada de Yahvé, y que no se le podían ofrecer sacrificios en ningún otro lugar.
Durante el exilio en Babilonia surgió una nueva institución religiosa, la sinagoga. En la sinagoga se celebran reuniones y asambleas de los judíos que no pueden acudir al Templo de Jerusalén, allí honran a Dios y leen los textos sagrados. Aunque nunca sustituye al Templo único de Jerusalén.
Con el paso del tiempo, las sinagogas se fueron convirtiendo también en centros de estudio de las escrituras. Los rabinos, conocedores a fondo de la Ley Divina y de las Sagradas Escrituras, se hicieron cada vez más importantes en las comunidades judías.
2.6.- Período Helenístico.
Hacia el 333 a.C. Israel fue ocupado por las falanges de Alejandro Magno, el helenismo se introdujo en el mundo hebreo. Los judíos aprovecharon la situación para entrar en contacto con las ideas griegas, algunas de las cuales incorporaron a su religión.
Durante esta época aparecieron diversos grupos (o sectas) dentro del judaísmo, íntimamente relacionados con las clases sociales y las ideas religiosas, y las diferentes formas de interpretar las escrituras y vivir la espiritualidad. Siendo los más importantes e influyentes; saduceos, fariseos, esenios y zelotas.
Saduceos, eran la casta sacerdotal, y los fariseos, laicos piadosos, sus principales rivales. Los esenios, que vivían, igual que los posteriores monjes, en comunidades que seguían formas de vida austera. Los zelotes luchaban contra la dominación extranjera, haciendo uso de la violencia si lo consideraban justo y necesario.
2.7.- Dominación romana.
En el año 63 a.C. Pompeyo ocupa la zona y los romanos establecen su dominio. En el año 40 a.C., los romanos reconocieron a Herodes el Grande, rey de los judíos.
La ocupación romana, con la insatisfacción social que provocaba entre los judíos, hizo aumentar la esperanza en la venida de un Mesías que los liberara del invasor. El Mesías tenía que descender de la casa de David, se convertiría en un rey libertador y restablecería el maltrecho reino de los judíos.
A principios del siglo I d.C., Jesús de Nazaret, se presentó como el Mesías, el que viene en nombre de Dios. Los rabinos y sacerdotes no lo reconocieron como tal, posiblemente, Jesús, no era el Mesías de los judíos que ellos querían y necesitaban. Lo arrojaron en manos de los dominadores romanos, que para ahorrarse problemas, lo crucificaron.
3.- La Diáspora.
El Exilio y la Diáspora, a que se vieron arrojados, bien pudo significar el final del pueblo judío, tal y como le ha sucedido a tantos, y tantos pueblos a lo largo de la historia. Sin embargo, supieron hacer de la adversidad una ventaja, la fortaleza de las comunidades judías impidieron el exterminio de su cultura, pues fueron capaces de mantener sus leyes, sus tradiciones, sus formas de vida, y especialmente su fe, contra viento y marea, a pesar de las crueles persecuciones que estoicamente sufrieron.
Jesús fue crucificado,y poco a poco la tensión social y la animadversión contra los romanos fue creciendo cada vez más, y en el año 66 d.C. estalló una revuelta que fue duramente reprimida. Finalmente, en el 70 d.C. Tito, siguiendo las órdenes de su padre, el emperador Vespasiano, conquistó Jerusalén. El Templo fue saqueado y destruído, y miles de judíos marcharon al exilio.
El último reducto de resistencia judía fue la fortaleza de Masada, que cayó en el año 73 d.C.
Un siglo más tarde, en 132, de nuevo volvieron a rebelarse los judíos, acaudillados estas vez por Simón bar Kojba y de nuevo fueron reprimidos, Adriano convirtió Jerusalén en una ciudad romana y los israelitas continuaron su dispersión por el territorio del Imperio.
Con la destrucción del Templo y el posterior exilio desaparició la fuerza unificadora del judaísmo. A partir de entonces, las sinagogas empezaron a desempeñar el papel de aglutinante social, y el liderazgo religioso pasó de los sacerdotes a los rabinos.
Teodosio, mediante el Edicto de Tesalónica, en 380, convirtió el Cristianismo en religión oficial del Imperio, por lo que empeoró, aún más si cabe, la situación de los judíos. Si bien es cierto que el judaísmo no fue prohibido, si que se hizo cada día más complicado ser seguidor de Yahvé. Como muestra un botón; el Imperio de Bizancio, sucesor del Imperio Romano de Oriente fue tan duro con los judíos, que cuando se prodjo la conquista del Islam en el siglo VII, los hebreos recibieron a los musulmanes como auténticos libertadores.
4.- Dios y la ley divina.
Dos son los ejes fundamentales sobre los que basculan las creencias judías; la existencia de un Dios único, que estableció una alianza con el pueblo de Israel - a través de Abraham - y la Ley, que este mismo Dios entregó a su pueblo - de manos de Moisés - Los Diez Mandamientos.
4.1.- Yahvé, el Dios de Israel.
Los judíos creen en un Dios, único, todopoderoso, justo (¿vengativo?), misericordioso y eterno, que creó a los seres humanos a su imagen y semejanza.
Los rabinos, sabios y maestros, no intentan explicar como es Dios, únicamente intentan comunicarse con él, sin siquiera nombrarlo, pues es tal su grandeza, que los humanos no tenemos capacidad para aprehenderlo. Para los judíos, lo importante, lo que los hace dichosos, es haber sido elegidos por Dios, y celebran la imperecedera alianza sellada con Él.
El Shema es la oración diaria: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas".
Como pueblos pastores, adoraban al dios pastor de sus antepasados, al que conocían como "Él". En estas primeras etapas formativas, aceptaban a otras divinidades, e incluso mantenían antiguos cultos animistas, relacionados con el mundo natural; piedras sagradas, fuentes,. . .
1.2.- Abraham y la alianza.
De entre estos patriarcas, cobra gran importancia y trascendencia Abraham, originario de Ur en Caldea, que andando el tiempo se convertiría en el padre, y piedra angular de las tres grandes religiones reveladas: Judaísmo, Cristianismo e Islam.
Según narran las Sagradas Escrituras, hacia el 1850 a.C. Dios se apareció ante Abraham, sin que mediara invocación, y le reveló sus intenciones para con él y sus descendientes. Dios acordó una alianza con Abraham, le instó abandonar Ur y marchar hacia la Tierra Prometida de Canaán, prometiéndole que sería el fundador del "Pueblo Elegido". A cambio, Yahvé, pide obediencia y confianza total, es decir, auténtica Fe en sus divinas palabras.
Abraham aceptó la alianza, hizo suyo el mensaje de Dios, abandonó las tierras de Caldea con los suyos y se asentó en Canaán, donde nacieron sus descendientes; su hijo Isaac y su nieto Jacob, aquel que recibió el nombre de Israel. Los miembros del linaje de Abraham se convirtieron en los patriarcas de Israel.
Jacob, recibió de Yahvé el nombre de Israel y fue padre de doce hijos, epónimos de las Doce Tribus de Israel; Aser, Benjamín, Dan, Gad, Isacar, José, Judá, Leví, Neftalí, Rubén, Simeón y Zabulón.
1.3.- Moisés y el Éxodo.
Hacia el 1.700 a.C., una época de carestía obligó a los hebreos marchar a Egipto en busca de mejores condiciones de vida. Una constante que se ha repetido, y continúa repitiéndose a lo largo del tiempo, grupos nómadas que buscan una vida mejor, asentándose en territorios urbanizados más prósperos.
En Egipto vivieron unos cuatro siglos, y cayeron bajo el yugo de la esclavitud al haber olvidado su Alianza con Yahvé. Pero en su infinita benevolencia y misericordia, el Dios de Israel estaba dispuesto a concederles una nueva oportunidad, una nueva esperanza llamada Moisés.
Dios se materializó como una Zarza Ardiente ante los atónitos ojos de Moisés, se presentó con el nombre de Yahvé, le comunicó su deseo de renovar la Alianza y le animó a liberar a su pueblo de la opresión del faraón. Dios ayudaría a su pueblo, si eran capacez de obedecerle y adorarle sólo a Él.
Moisés se puso al frente de los hebreos en su salida de Egipto y los guió a través del ardiente desierto del Sinaí, en una larga marcha, el Éxodo, que se prolongó durante cuarenta años, desde el País del Nilo, hasta Canaán, la anhelada Tierra Prometida.
En el monte Sinaí, Yahvé entregó a Moisés las Tablas de la Ley, los "Diez Mandamientos" de obligado cumplimiento, y que se sellan la Alianza de Dios con el Pueblo de Israel. El Decálogo reglará la vida del pueblo, basándose en la Ley Divina.
2.- El Reino de Israel.
La conquista de la tierra de Canaán y la lucha contra los pueblos vecinos; filisteos, edomitas, amalecitas, moabitas y otros, hicieron posible la unificación de todo el pueblo de Israel en un sólo reino, cuyo primer rey fue Saul.
Con sus sucesores, David y Salomón, Israel alcanzó su época de mayor esplendor como reino. Tras la desaparición de Salomón, el reino quedó dividido en Judá e Israel, y fue cayendo sucesivamente bajo el poder asirio, babilonio, persa, griego y romano.
2.1.- La época de los Jueces.
La época que transcurre desde la salida de Egipto a la creación de la monarquía, se conoce como época de los Jueces. En este periodo de tiempo, los hebreos eran dirigidos por grandes hombres llamados jueces, con poderes civiles, militares y religiosos.
Una vez en tierras cananeas, los israelitas fueron conquistando las ciudades una a una, pero como es lógico suponer, no pudieron dominarlas a todas. Uno de los líderes militares más activos fue Josué, que consiguió asaltar los altos muros de Jericó.
Tras el asentamiento en tierras cananeas, el territorio se repartió entre las Doce Tribus. Todas ellas recibieron un lugar donde comenzar una nueva vida excepto las tribus de Leví y la de José. La de José, debido a su fortaleza, se dividió entre los descendientes de sus hijos Manesés y Efraín. Mientas que la tribu de Leví, por mandato divino se dedicaría al sacerdocio, por lo que no iba a necesitar tierras.
A mediados del siglo XII a.C. hicieron su fulgurante aparición los filisteos, uno de los elementos más activos de los llamados "Pueblos del Mar", que ocuparon la costa siriopalestina y derrotaron en varias ocasiones a los hebreos.
Aunque también hubo caudillos victoriosos, como Sansón, prodigio de fuerza, capaz de estrangular a un león con sus propias manos, combatió con éxito frente a los filisteos.
2.2.- La unificación.
La necesidad de unidad para hacer frente a los numerosos enemigos, edomitas, madianitas, amonitas y arameos, aceleró el proceso de creación del reino.
Samuel, el último de los jueces, fue el encargado de elegir y ungir a Saúl, primer rey de Israel, y artífice de la unificación de todo el pueblo bajo su égida.
El sucesor de Saúl, el Rey David, derrotó a los filisteos, conquistó Jerusalén, a la que convirtió en capital, e inició la construcción de un gran Templo, que fue terminado por su hijo Salomón.
Salomón, adquirió fama por la prosperidad de su reino y era considerado un gran y benevolente sabio.
2.3.- La división del Reino.
Tras la muerte de Salomón (930 a.C.) la unidad se quebró, dividiéndose el reino en dos; Israel al Norte con capital en Samaria, y Judá en el Sur, manteniendo la capitalidad Jerusalén.
La vida urbana y el contacto con las creencias y costumbres cananeas fueron diluyendo la fe de los judíos en su Dios. Por este motivo, surgieron los Profetas; personas que predicaban la necesidad de mantener la fidelidad de la alianza, la fe en la promesa de Dios y el cumplimiento estricto de la ley mosaica.
2.4.- Los portavoces de Dios.
Estos profetas se convirieron en auténticos portavoces de Yahvé, intermediarios entre la divinidad y los hombres.
Elías advirtió a Israel que sería castigado si desobedecía a Dios y no era fiel a la alianza. Vaticinó que en un futuro llegaría el Mesías, el elegido de Dios que traería la Paz a Israel.
Ezequiel acompañó, y sufrió, con Israel su cautivero en Babilonia, insistiendo en la necesidad de manenter la fe y la esperanza en el retorno y la reconstrucción de la nación.
2.5.- El exilio en Babilonia.
Nabucodonosor II, rey de Babilonia, conquistó Jerusalén en el año 586 a.C. Buena parte de sus habitantes, en especial las élites políticas y religiosas, fueron llevadas cautivos a Babilonia. Los exiliados, alejados de cultos y rituales ajenos, emprendieron una labor de purificación de su propia religión.
Unos siglos antes, en el 720 a.C., el reino de Israel había sido asaltado, conquistado y destruído por el rey asirio Sargón II, después de la muerte de Salmanasar V, en el asedio de Samaria.
Cuando los persas de Ciro II el Grande consiguen el control y dominio sobre Babilonia, permite a los judíos regresar a su hogares. Lo primero que hicieron al volver a casa, fue reconstruir el Templo de Jerusalén, y proclamar que era la única morada de Yahvé, y que no se le podían ofrecer sacrificios en ningún otro lugar.
Durante el exilio en Babilonia surgió una nueva institución religiosa, la sinagoga. En la sinagoga se celebran reuniones y asambleas de los judíos que no pueden acudir al Templo de Jerusalén, allí honran a Dios y leen los textos sagrados. Aunque nunca sustituye al Templo único de Jerusalén.
Con el paso del tiempo, las sinagogas se fueron convirtiendo también en centros de estudio de las escrituras. Los rabinos, conocedores a fondo de la Ley Divina y de las Sagradas Escrituras, se hicieron cada vez más importantes en las comunidades judías.
Una de las sinagogas de la Ciudad Vieja de Praga |
Hacia el 333 a.C. Israel fue ocupado por las falanges de Alejandro Magno, el helenismo se introdujo en el mundo hebreo. Los judíos aprovecharon la situación para entrar en contacto con las ideas griegas, algunas de las cuales incorporaron a su religión.
Durante esta época aparecieron diversos grupos (o sectas) dentro del judaísmo, íntimamente relacionados con las clases sociales y las ideas religiosas, y las diferentes formas de interpretar las escrituras y vivir la espiritualidad. Siendo los más importantes e influyentes; saduceos, fariseos, esenios y zelotas.
Saduceos, eran la casta sacerdotal, y los fariseos, laicos piadosos, sus principales rivales. Los esenios, que vivían, igual que los posteriores monjes, en comunidades que seguían formas de vida austera. Los zelotes luchaban contra la dominación extranjera, haciendo uso de la violencia si lo consideraban justo y necesario.
2.7.- Dominación romana.
En el año 63 a.C. Pompeyo ocupa la zona y los romanos establecen su dominio. En el año 40 a.C., los romanos reconocieron a Herodes el Grande, rey de los judíos.
La ocupación romana, con la insatisfacción social que provocaba entre los judíos, hizo aumentar la esperanza en la venida de un Mesías que los liberara del invasor. El Mesías tenía que descender de la casa de David, se convertiría en un rey libertador y restablecería el maltrecho reino de los judíos.
A principios del siglo I d.C., Jesús de Nazaret, se presentó como el Mesías, el que viene en nombre de Dios. Los rabinos y sacerdotes no lo reconocieron como tal, posiblemente, Jesús, no era el Mesías de los judíos que ellos querían y necesitaban. Lo arrojaron en manos de los dominadores romanos, que para ahorrarse problemas, lo crucificaron.
3.- La Diáspora.
El Exilio y la Diáspora, a que se vieron arrojados, bien pudo significar el final del pueblo judío, tal y como le ha sucedido a tantos, y tantos pueblos a lo largo de la historia. Sin embargo, supieron hacer de la adversidad una ventaja, la fortaleza de las comunidades judías impidieron el exterminio de su cultura, pues fueron capaces de mantener sus leyes, sus tradiciones, sus formas de vida, y especialmente su fe, contra viento y marea, a pesar de las crueles persecuciones que estoicamente sufrieron.
Jesús fue crucificado,y poco a poco la tensión social y la animadversión contra los romanos fue creciendo cada vez más, y en el año 66 d.C. estalló una revuelta que fue duramente reprimida. Finalmente, en el 70 d.C. Tito, siguiendo las órdenes de su padre, el emperador Vespasiano, conquistó Jerusalén. El Templo fue saqueado y destruído, y miles de judíos marcharon al exilio.
El último reducto de resistencia judía fue la fortaleza de Masada, que cayó en el año 73 d.C.
Legionarios romanos al asalto de Masada |
Con la destrucción del Templo y el posterior exilio desaparició la fuerza unificadora del judaísmo. A partir de entonces, las sinagogas empezaron a desempeñar el papel de aglutinante social, y el liderazgo religioso pasó de los sacerdotes a los rabinos.
Teodosio, mediante el Edicto de Tesalónica, en 380, convirtió el Cristianismo en religión oficial del Imperio, por lo que empeoró, aún más si cabe, la situación de los judíos. Si bien es cierto que el judaísmo no fue prohibido, si que se hizo cada día más complicado ser seguidor de Yahvé. Como muestra un botón; el Imperio de Bizancio, sucesor del Imperio Romano de Oriente fue tan duro con los judíos, que cuando se prodjo la conquista del Islam en el siglo VII, los hebreos recibieron a los musulmanes como auténticos libertadores.
4.- Dios y la ley divina.
Dos son los ejes fundamentales sobre los que basculan las creencias judías; la existencia de un Dios único, que estableció una alianza con el pueblo de Israel - a través de Abraham - y la Ley, que este mismo Dios entregó a su pueblo - de manos de Moisés - Los Diez Mandamientos.
4.1.- Yahvé, el Dios de Israel.
Los judíos creen en un Dios, único, todopoderoso, justo (¿vengativo?), misericordioso y eterno, que creó a los seres humanos a su imagen y semejanza.
Los rabinos, sabios y maestros, no intentan explicar como es Dios, únicamente intentan comunicarse con él, sin siquiera nombrarlo, pues es tal su grandeza, que los humanos no tenemos capacidad para aprehenderlo. Para los judíos, lo importante, lo que los hace dichosos, es haber sido elegidos por Dios, y celebran la imperecedera alianza sellada con Él.
El Shema es la oración diaria: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas".
Deuteronomio 6, 4 -5.
Uno de los principales símbolos del judaísmo es la llamada Estrella de David. Sus triángulos entrelazados simbolizan, entre otros conceptos, el Sol, el Fuego y la Energía masculina, es decir el Cielo, que se unen con la Luna, el Agua y la Energía Femenina, es decir, la Tierra.
Detalle en una de las sinagogas de Praga |
4.2.- La ley hebrea.
Uno de los puntales del judaísmo, como hemos leído más arriba, es la ley, una ley igual para todos, que debe ser estudiada, e interpretada, pero nunca modificada. Se trata de una Ley Divina - Palabra de Dios - , por tanto eterna, infalible e inmutable, por ese motivo el hombre no puede cambiarla, únicamente aceptarla y cumplirla, a cambio de la alianza con Dios. Es la expresión de aquel que ha sometido el Universo entero a su Sagrada Voluntad.
El estudio de la ley hebrea, de la que se encargan los rabinos, es una de los máximos deberes religiosos entre los judíos.
La ley está contenida en la Torá, conjunto de libros, que segun la tradición, le fueron revelados a Moisés por Dios, en su encuentro del Monte Sinaí. Por supuesto, la parte más imporante es el Decálogo, los Diez Mandamientos que todo judío debe cumplir y respetar. Aunque no son los únicas normas.
La Torá, contiene además, los preceptos y reglas básicas que los judíos deben observar en su vida cotidiana: calendario, fiestas, ritos, celebraciones, vestimenta . . .
Además, la Torá es el núcleo de la Biblia hebrea, y está formada por el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Los comentarios e interpretaciones de la Ley Mosaica, dan forma, constituyen el Talmud; conjunto de textos elaborados a lo largo de siglos de estudio y discuciones, por rabinos, sabios y eruditos. Precisamente, Talmud significa "estudio".
El Talmud se compone de Misná y Guemará. Misná son las enseñanzas recogidas en el siglo II d.C. por Rebi Yehudá. Guemará son los comentarios y discusiones sobre la Misná, compilados entre los siglos III y IV.
El Talmud regula la vida cotidiana hasta en los aspectos que pueden parecer más triviales.
Para un judío cumplir los mandamientos de la Torá y seguir las indicaciones del Talmud, representa honrar y respetar la alianza entre Dios e Israel.
5.- Templo y Sinagoga.
Sinagoga y templo son los edificios, en torno a los cuales, gira la vida religiosa y ritual del pueblo hebreo.
El Templo de Jerusalén, era el único centro de culto del pueblo de Israel, solamente allí se podían ofrecer sacrificios a Dios. Tras su destrucción, las sinagogas, lugares de reunión y estudio, se convirtieron en los lugares donde reunir a la comunidad de creyentes.
5.1.- El Templo de Jerusalén.
Edificado por David y Salomón, era la Casa de Dios. En su lugar más sacro, el Sancto Sanctorum moraba Dios, y su interior guardaba y protegía el Arca de la Alianza.
Dentro del Arca de la Alianza se hallaban los objetos más sagrados de los israelitas: las Tablas de la ley que Dios entregó a Moisés, la vara florecida de Arón y un poco de maná, con el que se alimentó el pueblo durante su peregrinar por el desierto.
Precisamente, el Templo de Jerusalén fue construido con el objetivo de tener un lugar seguro donde custodiar el Arca de la Alianza.
Antes de la existencia del templo, durante la travesía del desierto por ejemplo, el Arca se depositaba en el tabernáculo, un santuario portatil y demontable, confeccionado de tela, similar a cualquier tienda de pastores nómadas (recordemos el origen de Israel). Por designio divino, únicamente los levitas, descendientes de Leví, eran los encargados de transportar sobre sus hombros, el Arca de la Alianza.
Otro de los símbolos judíos es el Menorah, un candelabro de siste brazos, que puede significar los Siete Días de la Creación que cuenta el Génesis.
Tras la destrucción del templo, el menoráh fue trasladado a Roma, tal como refleja el Arco de Tito, ubicado en uno de los accesos al foro romano.
Arco de Tito (detalle) |
Según la traición, el Templo fue erigido en un lugar triplemente sagrado. Adán, primer hombre, ofreció allí el primer sacrificio a Dios, Noé sacrificó con gratitud tras haber sido salvado de las aguas destructivas del Diluvio y Abrahám dio muestas de su fe, al ser puesto a prueba por Yavhé.
5.2.- La Sinagoga.
Su nombre "Bet-Ha Knesset" significa "Casa de la Asamblea". Precisamente una sinagoga es un lugar para reunir a la comunidad judía. Allí se discute, se ora y también se enseña.
Su estructura refleja su función, lugar de reunión, y aunque no existen reglas fijas para su construcción, todas deben estar orientadas hacia Jerusalén, hacia el Templo, morada única de Yahvé.
6.-Calendario, fietas y celebraciones.
El calendario judío es lunar, y además del día de descanso, el Sabbat (séptimo día de la semana), marca las festividades, que conmemoran acontecimientos importantes de su historia pasada.
Entre las principales fiestas y celebraciones judías tenemos:
- Ros Hasana, es el día año nuevo, y conmemora la creación del mundo. Se hace sonar el shofar, un cuerno de carnero, para que la gente acuda al encuentro de Dios. Los diez días siguientes se dedican al arrepentimiento y autoexamen.
- Yom Kippur, el día del perdón, que sigue al año nuevo. La fiesta más importante del calendario judío, día de ayuno y expiación.
- Pesah (Pascua), recuerda el Éxodo, celebra la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Se hace una comida especial, donde no falta el pan sin levadura - matzah - y se cuenta el relato de la liberación.
Proyecto ambicioso pero conseguido con éxito. Gracias una vez más por acercar la historia a la gente de a pie.
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