Eneas, héroe troyano y protagonista absoluto del poema de Virgilio, además de excelente guerrero y aventurero, fue un consumado seductor. Tres grandes mujeres, de tres lugares lejanos entre sí, sucumbieron a sus encantos y cayeron rendidas a sus pies.
Troya, la de altos muros, está ardiendo, fortaleza quebrada, agoniza entre llamas, una larga enfermedad de diez años toca a su fin, y el valiente Eneas, hijo de la diosa Venus y el mortal Anquises, consigue escapar junto a su familia de la destrucción absoluta.
Durante la noche, iluminada por altas hogueras e inundada por los gritos apagados de los troyanos moribundos, Eneas huye de la masacre, en una mano lleva a su hijo Julo Ascanio, en la otra porta a los dioses penates, y sobre sus hombros a su anciano y enfermo padre. A escasa distancia, aturdida y herida, le sigue Creusa, su amante esposa, hija de los reyes troyanos Príamo y Hécuba. A partir de esta patética escena, tres mujeres, Creusa, Dido y Lavinia simbolizan la travesía vital del héroe (y de todos y cada uno de nosotros); el pasado, el presente y el futuro.
CREUSA, EL PASADO QUE QUEDÓ ATRÁS.
Durante la confusión de la huida, la confundida Creusa perdió de vista a su marido, y desapareció entre la multitud que trataba de salvar su vida. Al descubrir su ausencia, Eneas volvió sobre sus pasos para buscarla, pero no hubo suerte. Vagaba apesadumbrado, cuando se le apareció la sombra tenebrosa de su esposa, para decirle al héroe, que ya había muerto, pero que no se entristeciese porque otra esposa le aguardaba hacia Occidente, a orillas del Tíber.
La gentil Creusa, madre de Ascanio, simboliza el pasado, aquello que ya está muerto y no podemos recuperar, por eso, la muerte de Creusa, acontece la misma noche en que Troya es destruída.
DIDO, EL PLACER DE DISFRUTAR EL PRESENTE.
Una vez a salvo, Eneas y sus compañeros construyeron una flota y se hicieron a la mar. Navegaron por el mar Egeo y desde allí pusieron rumbo a Occidente. Eolo desató toda su furia, provocando una horrible tempestad que destruyó la escuadra y arrojó a Eneas a las playas ardientes del Norte de África.
Eneas llegó a Cartago, donde fue bien recibido, agasajado y colmado de atenciones, por parte de su reina. Dido entusiasmada, se enamora perdidamente de Eneas, al que entrega su corazón y su cuerpo; el troyano pierde la razón en los brazos de la voluptuosa reina. Ambos amantes convirtieron sus vidas en un disfrute continuo, abandonándose a los placeres de la carne y el espíritu.
Pero Venus, diosa de la belleza y el amor, y madre de Eneas, recordó a su hijo el destino que le aguardaba y la importante misión para la que había nacido. Eneas, muy a su pesar, dejó a Dido, marchó de Cartago y puso rumbo a la península italiana.
Dido herida de amor y desengañada lanzó una maldición sobre Eneas y todo su linaje, enloquecida y desesperada levantó una enorme pira a la que arrojó las ropas del héroe, acto seguido subió a la pira, hundió la espada de Eneas en su pecho y dejó que su cuerpo sirviese de alimento a las llamas. En este caso, el amor de Dido y Eneas simboliza lo efímero del presente, que siempre acaba muriendo.
LAVINIA, LA PROMESA DE UN FUTURO.
Eneas llegó a Sicilia, costeó el litoral italiano hasta la desembocadura del Tíber, y ascendió por el río hasta llegar al Lazio. En este punto, finaliza el periplo del troyano por el Mare Nostrum.
En el Lazio gobernaba el rey Latino, hombre honrado y de palabra, que tenía una hija llamada Lavinia. Una antigua profecía disponía que Lavinia se casaría con un caudillo extranjero, y que de su descendencia nacería un pueblo llamado a dominar el mundo entero.
Latino prometió su hija a Eneas, lo que provocó el enfado de Turno, el eterno pretendiente. Eneas y Turno dirimieron por las armas sus diferencias, y lucharon (como en una producción de Hollywood), por el amor de Lavinia. Tras una serie de duras batallas, la suerte de la guerra se decidió en singular combate; Eneas dio muerte a Turno y se casó con Lavinia, cumpliendo así lo dispuesto por el Destino.
"Eneas venciendo a Turno", Lucas Giordano |
Al contraer matrimonio con Lavinia, Eneas había alcanzado su futuro, y el de sus descendientes; dos de ellos, Rómulo y Remo fundaron Roma.
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