Condotiero con alma de humanista, puso sus armas y su inteligencia táctica en manos del mejor postor, como todo buen mercenario, y gracias a su brillante carrera militar consiguió amasar una interesante fortuna. Alumno de Vittorino da Feltre, los ducados ganados usando pólvora y derramando la sangre de los enemigos, los invirtió en sus dominios de Urbino, creando un destacado centro de las artes y de las ciencias.
La biblioteca que reunió en Urbino era la envidia de la Italia Renacentista, su joya más preciada, sin duda, era el palacio ducal. Su protegido, Piero della Francesca, lo pintó a él, y a su segunda esposa, Battista Sforza, en dos célebres cuadros conservados en la Galeria degli Uffizi en Florencia. El poder y la riqueza de Federico de Montefeltro, queda expresado a través de las joyas y el complicado peinado que luce su esposa.
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