En el año
824 el emperador Ludovico Pío (o Luis el Piadoso) amadísimo hijo y
sucesor de Carlomagno, envió a la península Ibérica un poderoso
ejército comandado por los condes Aznar y Eblo, con el objetivo de
someter a los vascones, restaurar el poder franco al sur de los
Pirineos y quitarles las ganas de independencia. Los obedientes Aznar
y Eblo cumplieron sobradamente su cometido, pero al regresar a
Francia, fueron emboscados en los pasos pirenaicos (al igual que la
paso a Roldán y la vanguardia de Carlomagno unas décadas atrás).
La batalla está documentada a partir de dos textos carolingios –
otra vez los derrotados – los Anales Reales y la Vita Ludovici
Imperatoris. La victoria está íntimamente relacionada con el origen
del Reino de Pamplona.
Después de
la batalla los dos condes fueron hechos prisioneros por las fuerzas
navarras. Eblo fue enviado al emir de Córdoba, mientras que Aznar,
por considerarlo poco menos que un hermano, fue puesto en libertad
para que volviese a casa (en Aragón).
El ejército
estaba formado por los vascones de Pamplona dirigidos por Aritza y
los Banu Qasi del valle del Ebro (Tudela) cuyo líder era Musa ibn
Musa (ambos eran hermanastros). Esta victoria permitió mantener la
independencia del territorio navarro frente al Imperio Carolingio
(que comenzaba su proceso de desaparición) y al caudillo Iñigo
Arista crear su propio estado independiente en torno a la ciudad de
Pamplona.
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