Maniquí jacobeo, los peregrinos convierten en santuario popular cualquier hito del camino.
Al abandonar Santibañez de
Valdeiglesias y comenzar el largo y pedregoso sendero hasta Astorga,
en una encrucijada marcada por la Cruz del Valle, un curioso
peregrino de metal nos pidió que le dejásemos un recuerdo. En una
de sus muñecas quedaron dos gomas del pelo, una sencilla ofrenda de
dos ¿humildes? Peregrinos.
Un sendero rocoso, bajo un sol
abrasador, nos conducirá, a la dos veces milenaria, Astorga.
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