lunes, 22 de octubre de 2012

GERMANIA DE TÁCITO (V)



12   En la asamblea pueden también acusar y promover juicios sobre delitos capitales. La diferencia de las penas proviene de los delitos: cuelgan de los árboles a los traidores y desertores; a los cobardes, malos guerreros y a los que cometieron deshonestidades los sumergen en el fango de pantanos y les echan encima cañizo. La diversidad del suplicio tiene por mira la conveniencia de mostrar a todos los crímenes mientras son expiados y de ocultar, en cambio, ciertos actos vergonzosos. Pero también para los delitos más leves hay un castigo adecuado; los culpables son sancionados con la entrega de cierta cantidad de caballos o de cabezas de ganado menor. Parte de la multa va a parar al rey o a la comunidad; parte, al demandante o a sus parientes.

En las mismas asambleas se eligen ciertos dignatarios, que imparten justicia por distritos y aldeas; a cada uno de ellos les asisten con su consejo y prestigio cien hombres del pueblo.

13    Llevan a cabo todos sus asuntos públicos y privados sin despojarse de las armas. Pero tienen la costumbre de que nadie las tome antes de que la ciudad lo haya considerado apto para llevarlas. Entonces, en la misma asamblea, alguno de los jefes, o el padre o los parientes arman al joven con el escudo y la framea: ésta es para ellos su toga, éste el principal ornato de su juventud. Hasta ese momento se les considera parte de la familia; a partir de ahora, parte de la Ciudad.  

La condición noble de la familia o los grandes méritos de los padres confieren, incluso a los más jóvenes, la estima del jefe; se unen a otros más fornidos y de larga experiencia y no se avergüenzan de que los vean entre sus acompañantes. Este mismo séquito tiene también sus grados, de acuerdo con el juicio de aquel al que secundan. Hay una gran rivalidad entre los gregarios por conseguir el primer lugar ante el jefe, y los jefes pugnan por obtener el séquito más numeroso y esforzado. Ésta es su dignidad y su fuerza: el estar siempre rodeado por un gran número de jóvenes escogidos, lo que constituye una honra en la paz y una protección en la guerra. Y esta gloria y hombradía del que sobresale por el número y valor de su comitiva no sólo las mantiene entre su propio pueblo, sino en los estados vecinos. Se les solicita para las embajadas y se les honra con presentes; y con frecuencia deciden el resultado de las guerras con su sola fama.

14      En el campo  de batalla es vergonzoso para el jefe verse superado en valor y vergonzoso para la comitiva no igualar el valor de su jefe. Pero lo infame y deshonroso para toda la vida es haberse retirado de la batalla sobreviviendo al propio jefe; el principal deber de fidelidad consiste en defender a aquel, protegerlo y añadir a su gloria las propias gestas: los jefes luchan por la victoria; sus compañeros, por el jefe. 

Si la ciudad en la que nacieron comienza a embotarse por la paz y la inacción, la mayoría de los jóvenes nobles buscan voluntariamente otros pueblos que se encuentren en guerra, porque para esta raza la tranquilidad es enojosa y destacan con mayor facilidad entre peligros, aparte de que no se puede mantener un gran séquito sino con acciones violentas y guerras. En efecto, obtienen de la liberalidad del jefe aquel famoso caballo de guerra o bien aquella conocida "framea" ensangrentada y vencedora. Y es que las comidas abundantes (aunque mal preparadas) constituyen su soldada. La fuente de su generosidad puede subsistir gracias a las guerras y saqueos. No se les puede convencer para que aren la tierra o esperen la cosecha tan fácilmente como para que provoquen al enemigo o se expongan a las heridas: es más, les parece de apocados y cobardes adquirir con sudor lo que puede lograrse con sangre.  

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