Emperador niño, vestido de púrpura por deseos (y empeño) de su padre, Flavio Orestes, el hombre fuerte de Roma, después de deponer a un débil Julio Nepote. Poco tiempo pudo lucir los laureles de la victoria.
Odoacro se apoderó de Roma en el 476, pero cosas de la historia, perdonó la vida del muchacho, en parte por su juventud, en parte por su belleza, y dejó que viviera el resto de sus días plácidamente en una villa cercana a la soleada Nápoles, con una pensión de seis mil sueldos anuales como pago por sus servicios.
Curiosidad maliciosa; en el último de los Césares de Roma aparecen el nombre del primer rey, Rómulo, y del primer emperador, Augusto.
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