Hubo
un tiempo en que los hombres de la iglesia eran personas destacadas
en su ciudad, vinculadas al poder y miembros activos de las cortes
regias. Alonso González de Valderrabanos, perteneciente a una
familia de la nobleza abulense fue dean de la Catedral de Ávila, la
primera dignidad del cabildo catedralicio. Su sepulcro se encuentra
en la capilla de San Ildefonso situado en la catedral de la ciudad. Unos extraños hombres peludos sujetan el blasón familiar.
El
yacente, tallado en alabastro (y atribuido a Juan Guas), aparece
dormido y vestido con ropajes eclesiásticos. Sujeta un libro con las
manos símbolo de la salvación. A los pies el típico perro, una
metáfora de la fidelidad. Junto a él recibió sepultura su
barragana, una entregada mujer que logró hacer más llevaderos su
desvelos.
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