La
pequeña parroquia toledana de Santo Tomé, una iglesia del siglo
XIV, de la que sobresale una espectacular torre mudéjar, alberga en
su interior un tesoro pictórico, una obra maestra de las artes
plásticas “el Entierro del Conde Orgaz”.
“Don
Gonzalo Ruíz de Toledo, Señor de Orgaz, notario mayor de Castilla
con Fernando IV, ayo de Alfonso XI, alcalde mayor de Toledo,
bienhechor de esta parroquia y de sus pobres. Murió el 9 de Octubre
de 1323. Cuando iba a ser enterrado, bajaron del cielo San Agustín y
San Esteban, que con sus propias manos lo depositaron en este
sepulcro”. (Inscripción de la lápida sepulcral).
El
Señor de Orgaz destacó por su caridad durante la Baja Edad Media y
en el año 1586 el párroco de Santo Tomé encargó al Greco una
pintura grandiosa que recogiera el momento de la muerte del
benefactor y del milagro que rodeó el sepelio.
Estamos
ante una de las obras más conocidas del genial pintor. Las
fotografías, como sucede con el arte, no le hacen justicia, es
necesario viajar a Toledo, entrar en la iglesia y dejarse atrapar por
la creación de Doménikos Theotokópoulos.
Los
santos se encargan del cadáver del conde, mientras la virgen recibe
el alma del finado. Dos
personajes son los únicos que miran directamente al espectador, un
niño, probablemente el hijo del Greco, y el propio autor.
La
obra, dividida claramente en dos partes, los cielos y la tierra,
muestra el contraste entre el mundo terrenal y la esfera celestial,
un Jesucristo, Hijo del Creador, ha entrado en la muerte para redimir
de sus pecados a una humanidad que alcanza, mediante la resurrección,
la gloria eterna del Padre. Figuras estilizadas que se alargan como
la llama de una vela, rostros brillantes que iluminan una oscura
estampa, colores intensos que contrastan con el tono lúgubre de la
composición, lo fantasmagórico del espíritu y lo patético del
cadáver, la realidad terrenal y la sobrenaturalidad del más allá.
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