Tradicionalmente se considera que la Edad Media echa el telón en 1453, el año en que los turcos de Mehmet II conquistan Constantinopla, sin embargo, como cabe suponer, los ejércitos otomanos llevaban varias décadas pululando por la región. Uno de los territorios que quedó completamente absorbido por el Imperio de la Sublime Puerta fue Albania. El proceso de conquista fue largo y complicado.
Dos señores locales de rancio abolengo, Andrea Thopia y Gergj Arianiti, lideraron el primer levantamiento serio y generalizado contra los turcos, que acababan de aterrizar en suelo albanés. Fueron cuatro años (1432 – 1436) de escaramuzas, emboscadas, resistencia y guerra abierta.
Los motivos de este levantamiento contra el invasor no tienen nada que ver ni con el amor a la libertad, ni con el patriotismo, ni con nada parecido a un nacionalismo, que en esta época aún no existía. El verdadero motivo es algo mucho más mundano. A partir de la batalla de Savra (1385) los turcos comenzaron a penetrar y a controlar el territorio albanés, y poco a poco, las autoridades otomanas iban sustituyendo a los señores feudales locales por sipahis otomanos, en su mayoría procedentes de Anatolia. Esta sustitución de la nobleza local por señores afines al todopoderoso sultán, vino acompañada por un incremento de la carga impositiva que debían tributar los campesino y por el devsirne; el reclutamiento obligatorio de jóvenes albaneses para integrar el ejército imperial, una práctica que llevaba consigo, además, la conversión al Islam.
Los cambios en la administración del territorio y el fuerte aumento de los impuestos creo un vínculo entre nobles y campesinos, imprescindible para llevar a cabo un levantamiento armado frente al invasor. El terreno había sido abonado para que estallase la guerra.
Andrea Thopia comenzó la revuelta en 1432 derrotando a un pequeño destacamento del ejército turco en el centro de Albania. Esta victoria insufló animos a otros nobles, como Gergj Arianiti, que poseía tierras a lo largo del curso medio del río Shkumbi. Ante la noticia – que después resultó falsa – de la muerte del sultán Murad II, Arianiti levantó en armas a los miembros de su tribu.
La revuelta era imparable y se extendió rápidamente por toda Albania, desde Vlöre hasta Skodra. En tres años los rebeldes derrotaron a otros tantos ejércitos otomanos, incluido la gran fuerza dirigida por Ishak bey, gobernador otomano de Skopje.
Aprovechando la coyuntura, Nicolás Dukagjini, recuperó los territoros que habían pertenecido a su familia antes de la llegada de los otomanos, y automáticamente se sometió a la soberanía de Venecia (el otro gallo del corral). Más tarde conquista la ciudad de Dagnum, que también se la cede a la república veneciana. Los venecianos no querían provocar al sultán, y deciden rechazar el ofrecimiento de Dukagjini y rompen relaciones con él. Como muestra de buena voluntad restituyen Dagnum a los otomanos.
En estos momentos, y llamado por sus familiares para unirse a la rebelión, Skanderbeg, quizás esperando una ocasión más propicia, no hizo nada, permaneció en el este, cumpliendo sus obligaciones con el sultán.
En 1436, y decididos a acabar de una vez por todas con la revuelta, los otomanos envían un formidable ejército a Albania. La campaña fue salvaje, se masacraron aldeas y se levantaron pirámides con los cráneos de las víctimas. Las tropas también arrasaron algunas regiones del norte del Epiro.
Los otomanos, tan diplomaticos y prácticos como los antiguos romanos, ofrecieron tierras y ciertos privilegios a los nobles que aceptaron su soberanía, mientras, Gergj Arianiti, prosiblemente el albanés que más éxitos cosechó, marchó a las montañas, reunió un grupo de seguidores y continuó con la guerrilla de resistencia antiotomana. Nunca pudo ser sometido y aún estaba activo cuando estalló la gran revuelta de Skanderbeg en 1443.
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