Nicolás Rolin era un influyente funcionario en la corte de Borgoña, benefactor de la ciudad de Beaune, donde levantó un impresionante hospital, que trabajó al servicio del duque Felipe el Bueno. El canciller Rolin era un hombre orgulloso y altivo, con una arrolladora personalidad, que no dudó en hacerse retratar sentado frente a la Virgen María y mirar de igual a igual a la madre de El Salvador. La pericia artística de Jean Van Eyck obró el milagro. La pintura románica era cosa del pasado, y el humanismo gótico avanzaba con paso firme hacia el Renacimiento. En ese sentido, los primitivos flamencos, constituyeron una auténtica vanguardia.
Jan Van Eyck desarrolló casi toda su carrera artística en Borgoña, trabajando fundamentalmente en Dijon y Brujas. La Virgen del Canciller Rolin es una obra pintada al óleo sobre tabla, una técnica perfeccionada, precisamente, por los hermanos Van Eyck. El donante, es decir el canciller Rolin, aparece sentado rezando, representado del mismo tamaño que la Virgen, enfrentado a ella y al niño Jesús con mirada desafiante. La estancia es ostentosa y rica en detalle y los vestidos fastuosos, materialización del lujo con el que se vivía en la corte borgoñona. Una escena minuciosa concebida para ser contemplada desde muy cerca. La cantidad de pequeños detalles es algo alucinante, que introduce al espectador del siglo XXI en una estancia burguesa del siglo XV.
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