Por estos pasos de montaña han transitado animales y hombres desde el principio de los tiempos. ¿Llegó el Hombre de Atapuerca, el famoso Homo antecessor, a nuestra península Ibérica a través de los Pirineos?. Bandas de cazadores neandertales, que venían huyendo de los fríos polares de la Edad del Hielo, al igual que las manadas de animales salvajes, que les abrían el camino a los neandertales, buscando pastos más templados. Siguieron los indoeuropeos, en general, y las tribus celtas en particular. Aníbal Barca, al frente de sus elefantes, realizó el trayecto en sentido contrario. En Roma las madres asustaban a los niños pequeños ¡Aníbal ad portas!. Más tarde irrumpieron alanos, vándalos, suevos y por supuesto, los visigodos. Carlomagno y sus mesnadas, después que su abuelo Carlos Martel detuviese en Poitiers, el vertiginoso avance de los sarracenos. Peregrinos, arrieros, contrabandistas, comerciantes, goliardos en uno y otro sentido, una y otra vez. Y Napoleón con su Grand Armee, para estrellarse en la bahía de Cádiz, y el duque de Angulema, comandando a los Cien Mil Hijos de San Luis, en nombre de la Santa Alianza, para aplastar el liberalismo y consolidar el trono para Fernando VII (al que llegaron a llamar el Deseado). Franceses y españoles, como todo buen vecino, lo mismo eran amigos, que enemigos. La frontera la estabilizaron ambos reinos en el siglo XVII con la firma del Tratado de los Pirineos. Hasta hace poco (o mucho, ya no recuerdo), África comenzaba en los Pirineos, y los escritores románticos (de sensible e impresionable pluma) venían cargados de libros, papeles y cartapacios, con la cabeza llena de tópicos, para conocer las exóticas tierras españolas. Cuentan que Prosper Merimeé encontró a su Carmen andaluza, en un recóndito barrio de un pequeño pueblo navarro, Etxalar. También los hubo que hicieron el camino hacia el otro lado; curas y religiosos durante la II República; republicanos, maquis y cualquiera que quisiese (y pudiese) huir de la Guerra Civil. En los años '60, los españoles salidillos acudían a Perpignan para visitar sus salas de cine, a ver si había suerte y salía una teta en pantalla grande. Los terroristas de ETA buscaban refugio en Francia, y hasta el país vecino les seguían los matones del GAL. Luego cayó el telón de la dictadura, y muchos debieron cruzar los Pirineos para buscar un futuro que España les negaba. En esta jornada hemos podido ver las huellas de todos los que nos precedieron. El Pirineo es una frontera osmótica y viva, que más que separar, cumple la función de vínculo, de unión entre las diferentes comunidades que han vivido, viven y vivirán en ambas vertientes.
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