Junto al convento de las Carbajalas en la ciudad de León, uno de los albergues más visitados del Camino de Santiago, se ubica la iglesia de Santa María del Camino, del siglo XII, situada en la Plaza del Mercado. En 1135, en la mañana de Pentecostés, el rey de Navarra, García Ramírez y el obispo de León, escoltan a Alfonso VII, recién coronado emperador. La actual denominación es Parroquia de Nuestra Señora del Mercado.
"Y en el día señalado llegó el rey en compañía de su esposa doña Berenguela y de su hermana la infanta doña Sancha y de García, rey de Pamplona. Y según lo había preceptuado el rey, todos se concentraron en León. Allí concurrió también una gran muchedumbre de monjes y clérigos así como un gran número de plebeyos bien para ver u oír o tal vez recitar oraciones divinas.
En el primer día de concilio todas las jerarquías mayores y menores se reunieron con el rey en la iglesia de Santa María y allí trataron aquellos asuntos que la propia inspiración de nuestro señor Jesucristo les sugirió y aquellos otros que son convenientes para la salvación de las almas de los fieles. En el segundo día en que se celebraba la festividad de la venida del Espíritu Santo a los apóstoles, se reunieron por segunda vez en la iglesia de Santa María los arzobispos, obispos, abades, nobles, innobles y toda la plebe, junto con el rey García y con la hermana de rey y siguiendo la voluntad divina nombraron al rey Alfonso emperador; por todo lo cual el rey García y el rey Zafadola de los sarracenos y el conde Raimundo de Barcelona y el conde Alfonso de Toledo y muchos condes y duques de Gascuña y Francia le deberían prestar obediencia absoluta. Vestido el rey con una hermosísima capa bordada con gran primor, colocaron sobre sus sienes una corona de oro puro cuajada de piedras preciosas y después de poner el cetro en sus manos, sosteniéndolo el rey García por el brazo derecho y el obispo de León por el izquierdo, lo trasladaron ante el altar de Santa María en medio de una comitiva formada por obispos y abades cantando hasta el final el "Tedeum laudamus" (a ti, Señor te alabamos) y diciendo "¡Viva Alfonso emperador!"; y una vez impartida la bendición sobre él mismo, celebraron misa solemne. Y luego cada uno regresó a su residencia. Pero él ordenó celebrar un gran banquete en el palacio real, siendolos condes, príncipes y duques los servidores de la mesa real. Ordenó también el emperador que se dieran generosas gratificaciones a los obispos, abades y demás, y ordenó a su vez entregar abundantes limosnas de trigo y ropas a los pobres".
"Y en el día señalado llegó el rey en compañía de su esposa doña Berenguela y de su hermana la infanta doña Sancha y de García, rey de Pamplona. Y según lo había preceptuado el rey, todos se concentraron en León. Allí concurrió también una gran muchedumbre de monjes y clérigos así como un gran número de plebeyos bien para ver u oír o tal vez recitar oraciones divinas.
En el primer día de concilio todas las jerarquías mayores y menores se reunieron con el rey en la iglesia de Santa María y allí trataron aquellos asuntos que la propia inspiración de nuestro señor Jesucristo les sugirió y aquellos otros que son convenientes para la salvación de las almas de los fieles. En el segundo día en que se celebraba la festividad de la venida del Espíritu Santo a los apóstoles, se reunieron por segunda vez en la iglesia de Santa María los arzobispos, obispos, abades, nobles, innobles y toda la plebe, junto con el rey García y con la hermana de rey y siguiendo la voluntad divina nombraron al rey Alfonso emperador; por todo lo cual el rey García y el rey Zafadola de los sarracenos y el conde Raimundo de Barcelona y el conde Alfonso de Toledo y muchos condes y duques de Gascuña y Francia le deberían prestar obediencia absoluta. Vestido el rey con una hermosísima capa bordada con gran primor, colocaron sobre sus sienes una corona de oro puro cuajada de piedras preciosas y después de poner el cetro en sus manos, sosteniéndolo el rey García por el brazo derecho y el obispo de León por el izquierdo, lo trasladaron ante el altar de Santa María en medio de una comitiva formada por obispos y abades cantando hasta el final el "Tedeum laudamus" (a ti, Señor te alabamos) y diciendo "¡Viva Alfonso emperador!"; y una vez impartida la bendición sobre él mismo, celebraron misa solemne. Y luego cada uno regresó a su residencia. Pero él ordenó celebrar un gran banquete en el palacio real, siendolos condes, príncipes y duques los servidores de la mesa real. Ordenó también el emperador que se dieran generosas gratificaciones a los obispos, abades y demás, y ordenó a su vez entregar abundantes limosnas de trigo y ropas a los pobres".
Chronica Adefonsi imperatoris.
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