Diocleciano, el ideólogo de la Tetarquía, abandonó el poder tras veinte años, en el 305 y se retiró a su enorme palacio situado a orillas del mar Adriático. Desde mi modesto punto de vista, se trata de uno de los más impresionantes edificios romanos que he podido contemplar (y he visto más de uno). Su interior es prácticamente una ciudad.
Alrededor del palacio comenzó a asentarse gente procedente de los alrededores y poco a poco fue adquiriendo la forma y la categoría de ciudad, que sería conocida como Spalatum. Andando el tiempo el palacio se convirtió definitivamente en núcleo urbano y el topónimo Spalatum evolucionó hacia Split.
El palacio es un enorme rectángulo, atravesado por las dos calles principales, cardo y decumano, que se cruzan en el Mausoleo del Emperador (hoy catedral), rodeado de murallas y torres defensivas. En su momento llegó a albergar a 9000 personas en su interior.
El palacio de Diocleciano acogió a los refugiados procedentes de la vecina Salona que huían de los ávaros y otros bárbaros de similar pelaje. Y ese fue el origen de la ciudad de Split, la segunda más grande e influyente de Croacia, más o menos como Barcelona respecto de Madrid.
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