Alfonso de Trastamara, hijo de Juan II e Isabel de Portugal, y hermano de la futura reina Isabel la Católica, infante y príncipe de Castilla. Sus años más felices fueron los que, durante su infancia, compartió con su hermana Isabel en Arévalo, antes de ser arrancados del regazo materno y trasladados a la corte de su hermanastro, el rey Enrique IV. En Segovia conoció a un joven, Gonzalo Fernández de Córdoba, que llegó a convertirse en su paje.
Juan Pacheco y otros nobles utilizaron (como simple marioneta) al inocente Alfonso en la rebelión nobiliaria contra el rey de Enrique IV. El 6 de junio de 1465, en la conocida como farsa de Ávila, y con tan solo once años de edad, Alfonso fue proclamado rey de Castilla por estos nobles y a partir de este momento en el reino hubo dos reyes y dos cortes.
En la corte de Alfonso XII instalada en Arévalo se dieron cita ilustres caballeros y reputados hombres de letras, en palabras de D. C. Morales Muñiz “Algunos rasgos parecen indicar que nos hallamos ante una corte caballeresca con figuras descollantes, figuras culturales de primera fila. Sabemos que fue Corte de poetas, caso de Jorge y Gómez Manrique, y hemos comprobado que Alfonso potenció la Orden de Caballería por excelencia, es decir, la Orden de la Banda, no sólo para demostrar su legitimidad sino por cuestiones caballerescas”.
La situación de división en Castilla se prolongó hasta la temprana muerte de Alfonso en 1468. Las verdaderas causas de su muerte siguen siendo motivo de controversia: ¿la peste? o ¿el veneno?. ¿A quién beneficiaba su deceso?; a sus hermanos y al intrigante Juan Pacheco.
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