Ramiro I fue la espada y la cruz del Reino de Asturias, guerrero y constructor. Este hijo de Bermudo I “el Diácono” y de Numila estuvo sentado en el trono desde el 842 hasta el 850.
Buena parte de su reinado la pasó
combatiendo a los piratas normandos que habían invadido el litoral
del reino. Con tesón logró expulsarlos (al menos por un tiempo) de
las costas cántabras y gallegas, arrojándolos de nuevo al mar.
Con la misma prestancia e
intrepidez luchó Ramiro, con adversa fortuna, contra el emir Mohamed
I. Es durante este reinado cuando la tradición ágrafa sitúa la
legendaria Batalla de Clavijo. En plena contienda entre moros y
cristianos, irrumpió el Apóstol Santiago cabalgando a lomos de un
caballo blanco para guiar a la victoria a las huestes de Ramiro.
En agradecimiento por la ayuda
divina recibida, Ramiro I creo el Voto de Santiago, que consistía en
una ofrenda anual y perpetua de las primicias de las cosechas y
vendimias.
Además de su faceta militar, fue
Ramiro constructor de templos, bellos ejemplos del arte prerrománico
asturiano: Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Para
acometer estas obras el rey asturiano pudo contratar a maestros que
conocían la arquitectura de Roma, Rávena y Aquisgrán, y a
especialistas andaluces expertos en el arte de la decoración.
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