Los monarcas jagellones
veían limitada su autoridad por la injerencia descarada (e
institucionalizada) de la aristocracia, un hecho bastante natural en
otras monarquías (como Castilla o Valaquia).
A finales del siglo XV
la pequeña nobleza polaca sigue disfrutando de una posición de
poder que terminó socavado la autoridad real. Para contrarrestar el
poder de la gran nobleza, el rey Casimiro IV trató de ganarse a la
“szlachta”, pero el tiempo le demostró que ambas – potentados
y szlachta – tenían los mismos intereses. Aferrados al principio
de monarquía electiva, demandaban cada vez más privilegios y tanto
creció la influencia nobiliaria, que no pararon hasta conseguir
instaurar oficialmente una monarquía parlamentaria.
En 1505 se redacta y se
promulga “Nihil novi”, la constitución que regulaba el
funcionamiento de la corona polaca. Los tres estados, rey, senadores
y diputados de las dietas, se reunían y decidían en común el veto
de leyes, los nuevos impuestos y el reclutamiento de tropas. Esta
constitución fue la base legislativa de la República de las Dos
Naciones, una asociación política que fue muy beneficiosa tanto
para los polacos como para los lituanos.
Mientras en los reinos
de Europa Occidental se avanza hacia una monarquía autoritaria, en
el Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania, se desarrolla un
sistema descentralizado dominado por una aristocracia que controlaba
al monarca.
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