Jabalquinto, inmenso mar
de olivos, oro líquido, riqueza inmemorial mediterránea, curtida al
sol, cosechada, con mimo, por aceituneros de Jaén, sangre áurea de
nuestra tierra andaluza .
Los campos se abren ante
la mirada de un anciano que observa ensimismado el ocaso, sus
pensamientos los arrastra el viento hacia un lejano pasado, momento
en que comenzó a forjar una felicidad que en su madurez aún sigue
disfrutando.
La tranquilidad rural
andaluza, donde Cronos camina con parsimonia y los días estivales
duran más de veinticuatro horas, eso que alguien en alguna ocasión
- con o sin acierto - denominó Andalucía profunda, supone una
vuelta a los ancestros, al campo, al lugar donde todo nace, a la
inocencia hipócrita oculta tras ventanas enrejadas, un ámbito ajeno
al feroz capitalismo, a las muchedumbres y al todo vale, aquí aún
existen normas de conducta, aquí recuperan su verdadera importancia
todas aquellas cosas, que en el archimoderno mundo urbano malvendemos
por unos pocos euros, un retorno a la verdadera esencia de la
sociedad humana, a la estrecha relación con el vecino y los fuertes
lazos que vertebran la familia extensa . . . volver al inicio de los
tiempos . .
Tras varias visitas por
fin descubrí el rincón más bonito del pueblo, la Carrera, con su
muro de piedra y su ermita semiderruida . . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario