Dos mil años de pan y circo
"Mientras el Coliseo permanezca en pie,
Roma permanecerá en pie.
Cuando el Coliseo caiga,
Roma caerá
y cuando Roma caiga
el mundo caerá . . . "
Lord Byron (1818)
Comenzado a construir por Vespasiano, e inaugurado por su hijo y sucesor Tito en el 80 d.C., el Anfiteatro Flavio se convirtió en el orgullo de la capital imperial.
Nos encontramos en las auténticas entrañas del Coliseo de Roma.
Una gran cruz metálica recuerda a los miles de cristianos masacrados en la arena de este anfiteatro para regocijo de las masas.
A través de este largo pasillo subterráneo, gladiadores y fieras saltaban al terreno de juego.
El Anfiteatro Flavio está construido por tres cuerpos de graderío, o anillos, sustentados en el exterior por filas de columnas dóricas, jónicas y corintias, dispuestas desde la primera a la tercera planta.
Columnas vista desde el exterior
. . . Pan y Circo. . . al igual que los grandes estadios de nuestros días, Roma tenía su Coliseo, a él acudían miles de romanos a disfrutar y evadirse de los tan pesados problemas cotidianos . . .cónsules, dictadores y emperadores, además de diversión, ofrecían pan para la gente del pueblo y de esta manera conseguían el aplauso fácil, de la misma forma que en la actualidad se le otorgan a Mariano Rajoy o a Andrés Iniesta . . . aunque ahora ya si siquiera se reparta el pan.
Los combates de gladiadores en su origen, se celebraban como parte del ritual funerario. Cuando fallecía alguien relevante de la sociedad, en su honor tenían lugar luchas a muerte, normalmente por parte de hombres vinculados al difunto por medio de algún juramento de fidelidad, llamado también devotio. Los combates gladiatorios eran práctica común en buena parte del Mediterráneo. Ejemplo de ellos son los Guerreros de Porcuna o los combates celebrados junto a la pira funeraria de Viriato.
. . sangre sobre la arena,
muchedumbre en violenta efervescencia,
llantos y gritos atronan en el graderío,
espada contra abdomen,
hueso contra tridente,
afilado metal hace trizas la carne. . .
. . . la pupila inerte
mira hacia la nada,
el olor dulzón de la muerte
impregna la atmósfera,
el vencedor, herido, sudoroso y jadeante
eleva sus fornidos brazos al cielo,
orgulloso de su éxito,
recibe la inmerecida ovación
de un público entregado . . .
. . . el verdugo podrá luchar otro día
y así alargar su agonía . . .
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