A partir del siglo VII y
gracias a la expansión del Islam, la civilización árabe consiguió
impregnar a millones de personas. Las raíces de esta civilización
árabe las podemos desenterrar en los lejanos inicios de la Edad del
Hierro.
Según, Abdul Rahman
Al-Ansary, rector del College of Arts, de la Universidad Rey Saud, y
especialista en historia presilámica y arqueología de la Península
de Arabia, durante la Edad del Hierro (1200 – 400 a.C.) se
“desarrollaron esquemas que pervivieron hasta los tiempos modernos
y caracterizaron el medio social en que vivió Mahoma”.
Estos esquemas se basaron
en tres importantes desarrollos: el perfeccionamiento de las técnicas
de gestión del agua, posibilitando el aumento de la producción
agrícola; la domesticación del camello, muy útil para el
transporte y para la guerra, y la introducción en el mercado
internacional de productos típicos de Arabia, como el incienso o la
mirra. La interrelación de estos tres factores contribuyó al
surgimiento de estados árabes que mantenían relaciones, políticas
y económicas, con el Mundo Mediterráneo, y alcanzando incluso el
Indo.
A.- El sureste de Arabia.
En Omán, los seres
humanos bajaron de las estribaciones montañosas, establecimientos
típicos de la etapa anterior, la Edad del Bronce, y se asentaron al
descubierto, en la llanura en los cauces de grandes cursos de agua.
El cambio de ubicación fue posible gracias a la construcción de
túneles subterráneos que perfeccionaban los sistemas de gestión
del agua, obteniéndola de una capa situada río arriba. Este
sistema de control de las aguas se conoce como falaj.
Los poblados presentan
complejos edificios con varias dependencias, construidos con
ladrillos de barro. Cerca de los asentamientos se instalaban las
necrópolis, con enterramientos de cámara única. En las tumbas,
entre el ajuar funerario, se han encontrado cerámicas pintadas,
joyas y armas.
A pesar de su
denominación, los metales más utilizados en este período, y en
esta zona, siguieron siendo el cobre y el bronce.
B.- Arabia Oriental.
En las tierras adyacentes
al Golfo Pérsico las ciudades experimentaron una importante
renovación. Los edificios públicos de Qala'at al Bahréin cuentan
con una sólida estructura, agrupados todos ellos en el centro del
yacimiento. Lo más llamativo de este yacimiento son una serie de
serpientes que se encontraron enterradas en unos cuencos bajo el
suelo. Nos inclinamos a pensar que se trataría de parte de algún
tipo de rito propiciatorio.
Qala'at al Bahréin. |
Qala'at al Bahréin se
convirtió en la capital de Dilmun. El nombre de Dilmun hace
referencia a un Reino, cuyos enclaves comerciales árabes situados
en el Golfo Pérsico, que servían de intermediarios entre
Mesopotamia y el Valle del Indo. Además la zona era un importante
productor de sal (existe un yacimiento arqueológico conocido como
“de la mina de sal”).
Del reino de Dilmun
(siglos VIII – VII a.C.) nos informan algunos documentos
neoasirios. Sabemos que uno de sus reyes, llamado Uperi, envió
algunos regalos al rey Sargón.
Más tarde, el Golfo
Pérsico entró en el ámbito helenístico, incorporándose
definitivamente a la amplia red comercial que unía el Mediterráneo
y el Índico.
C.- Arabia Meridional.
La Edad del Hierro fue
una época clave para el sur de Arabia, en esta época, la región
entró en la escena mundial. Una agricultura intensiva muy productiva
y un creciente comercio interregional, con el incienso como producto
estrella, se unieron para dar lugar a una avanzada civilización.
Saba, Qataban, Main, Himyar o Hadramut fueron algunos de estos
estados.
Un complejo sistema de
presas, albercas y canales situados en los lechos de los wadi (o
ramblas) permitía aprovechar las aguas de las escorrentías. Este
sistema, sa'il, llevaba agua y limo a los campos de cultivo
produciendo abundantes cosechas de trigo, mijo, cebada, avena,
dátiles, comino o lino. Además en las laderas se situaban terrazas
que proporcionaban tierras suplementarias para el cultivo.
Árbol del incienso. |
El incienso, y en menor
medida la mirra, estimularon el comercio de la región. Este comercio
posibilitó que el sur de Arabia se incorporase a una gran red
comercial. Los imperio del Norte durante la Edad del Hierro
comenzaron a demandar productos exóticos y esto otorgó a los
estados del sur de Arabia la oportunidad de entrar en los circuitos
comerciales que comunicaban el Indo, el golfo Pérsico, el norte de
Arabia, la Costa Siriopalestina, Egipto y el Mediterráneo Oriental.
Esta frenética actividad comercial permitió al sur de Arabia amasar
una fortuna con tintes legendarios.
Pensando en fortunas
legendarias del sur de Arabia es imposible dejar de pensar en la
reina de Saba. Según la tradición bíblica Saba era la sede de un
fabuloso reino que mantuvo relaciones comerciales con el Reino de
Israel, siendo legendario el encuentro entre Salomón y la Reina de
Saba.
El origen del estado
sabeo hay que situarlo hacia inicio del I milenio a.C. Un sistema de
reglas rituales llamado mukarrib se encargaba de la
organización del estado. A partir del siglo V a.C., la autoridad del
estado sabeo recayó en manos de un monarca, cuyo título era Malik.
Las principales construcciones arquitectónicas de Marib que han
llegado hasta nosotros son la muralla, una presa que era el núcleo
central de todo el sistema hidráulico y el templo de Awwan, dedicado
al dios luna Illumquh.
Restos de Marib |
Muralla de Marib. |
Durante el siglo VI a.C.
constatamos la expansión sabea por el África Oriental. Prueba de
ello es la aparición de textos y estilos arquitectónicos
característicos del sur de Arabia en la región etíope de Tigré.
Algunos investigadores mantienen que la presencia sabea en África
Oriental fue un elemento primordial en el nacimiento de la
civilización de Axum.
Qataban, cuyo centro se
encontraba en Timna era el rival más próximo de los sabeos, a
mediados del I milenio a.C. Qataban también tenía acceso al
comercio del incienso. El mukarrib más antiguo de Qataban
data del siglo V a.C., época de máximo esplendor y al que
pertenecen también los principales monumentos de Timna, entre los
que destacan sus imponentes murallas con múltiples puertas.
En el siglo V a.C. Saba
venció a Qataban, consiguió el monopolio del incienso y convirtió
a Qataban en estado vasallo. A partir del siglo IV a.C., Qataban,
contando con el apoyo del estado vecino de Ausan, consiguió
sustituir a Saba en el control del incienso.
Más adelante, a finales
del I milenio a.C. otros pueblos como los mineos y los himyaríes
comenzaron su expansión, adquiriendo mayor importancia y viviendo
momentos de gran esplendor.
D.- El noroeste de
Arabia.
Hasta finales de la Edad
del Bronce, la gente del noroeste de Arabia se dedicaba casi
exclusivamente al pastoreo, complementando su dieta con la caza y la
recolección. A finales de este periodo la situación cambió
radicalmente. Alrededor de los oasis comenzaron a surgir aldeas, que
con el tiempo acabaron convirtiéndose en auténticas ciudades. El
motor de esta sedentarización fue el incienso que provenía del sur
con dirección al Norte. Este fue el punto de partida de la
encarnizada rivalidad por controlar ese tráfico comercial.
Qurayyah fue una de estas
primeras ciudades, de la que sabemos que estaba rodeada de una
muralla, producían cerámica y contaban con un extenso sistema de
canales. Más tarde surgieron otras ciudades como Jawf, Al-Ula, Tayma
y Medina, más conocidas por su posterior fama.
Los pueblos del noroeste
de Arabia desarrollaron varias escrituras alfabéticas y nos dejaron
numerosas inscripciones. Se trata, por lo general, de mensajes cortos
personales, que hacen referencia a ciertas divinidades que tenían
significados astrales. En algunos grafitos se representa a los dioses
con estrellas.
“La interacción entre
el camello, las ciudades comerciales y los mercados del mundo
funcionó como una sólida unión entre esta parte de Arabia y las
civilizaciones vecinas, al mismo tiempo que trajo a las ciudades de
Arabia un clima cada vez más cosmopolita”.
Abdul Rahma Al – Ansary.
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