Guerreros fieros, deportaciones masivas, guerra psicológica, empalamientos, operaciones preventivas, expansión militar continúa, daban forma a una poderosa maquinaria bélica al servicio de un estado, que no concebía su existencia, más que como una interminable batalla contra todo y contra todos, y que durante siglos aterrorizaron a toda la zona del "Creciente Fértil".
Assurbanipal, uno de los reyes asirios más belicosos. |
Assurbanipal relata con todo lujo de detalles la extrema crueldad con la que castigaba a sus enemigos; "Eregí un pilar a las puertas de su ciudad, y desollé a todos los jefes que se habían levantado contra mí; cubrí el pilar con sus pieles; a otros los emparedé en su interior; a otros los empalé en estacas sobre el pilar; y a otros los dispuse empalados sorbe estacas en torno al pilar. A otros muchos los desollé; con sus pieles cubrí las murallas. Y a los jefes y funcionarios reales que se habían rebelado, los desmembré".
Desde hace miles de años los ejércitos de cualquier época y lugar han utilizado loas mismas armas para vencer en la batalla, dejando a un lado los convencionalismos sociales y la diplomacia política, está claro que "en el amor y en la guerra todo vale".
De la epopeya de Tukulti-Ninurta, otro despiadado rey asirio, extraemos una nítida fotografía que refleja el ardor guerrero del soldado de Asiria:
Son impetuosos y aguerridos
como dioses de la tormenta,
que se lanzan a la batalla
a pecho descubierto.
Orgullosos de sus galones,
se arrancan las ropas del cuerpo,
se recogen la cabellera
y blanden sus espadas.
A saltos,
con las armas desenvainadas,
los feroces guerreros,
señores de la guerra,
se lanzaron al ataque
como si los persiguieran los leones
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