Cántabros indomables
que no se someten al yugo romano.
Cansado de luchar contra fantamas
que desaparecían en las montañas,
Augusto, emperador y conquistador
prometió una recompensa
de doscientos sestercios
por la cabeza
de unos de los líderes
de aquella gente montaraz. . .
. . . y el mismo Corocotta,
altivo y desafiante,
se presentó en el campamento
ante Augusto
para reclamar la recompensa
por su propia cabeza . . . .
que no se someten al yugo romano.
Cansado de luchar contra fantamas
que desaparecían en las montañas,
Augusto, emperador y conquistador
prometió una recompensa
de doscientos sestercios
por la cabeza
de unos de los líderes
de aquella gente montaraz. . .
. . . y el mismo Corocotta,
altivo y desafiante,
se presentó en el campamento
ante Augusto
para reclamar la recompensa
por su propia cabeza . . . .
Y Augusto conmovido por la audacia del caudillo, lo dejó marchar con su merecida recompensa. ¡Un crack, sí señor!
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