El rey persa Ciro, en su pretensión de expandir su imperio,
había puesto sus ojos en los territorios dominados por los maságetas. En
aquellos tiempos, una mujer, tras la muerte de su marido, era reina
entre los maságetas, su nombre, Tomyris.
Ciro envió una embajada a
la bella Tomyris, con el pretexto de pedirle matrimonio. La inteligente
reina, descubrió el ardid, pues Ciro pretendía su reino, no amarla a
ella. Encolerizada ante la insolencia del persa, Tomyris le negó la
entrada a su reino.
Envalentonado por anteriores éxitos, Ciró dedició invadir las
tierras maságetas e hizo marchar su ejército hacia el río Araxes, que
establecía la frontera entre ambos reinos. Esta vez fue la reina de los
maságetas la que envió un heraldo a Ciro con el siguiente mensaje: "Rey
de los medos, abandona este demencial proyecto, pues no estás seguro de
que acabe bien. Gobierna lo que es tuyo y deja que yo gobierne lo que es
mío".
Pero Ciro, no
retrocedió, muy al contrario dirigió su ejército al interior del país
maságeta, atravesando inmensas y desoladas llanuras, y tras una jornada
de marcha, escogió a sus tropas más fuertes y veteranas y retrocedió,
dejando allí acampados a los soldados más débiles, jóvenes e inexpertos.
No tardaron en se
descubierto por los merodeadores maságetas que se abalanzaron con
violencia sobre el desprotegido ejército persa, pasándolos a todos por
el filo de la espada. Viendo los fatigados maságetas las mesas que
estaban prestas para un banquete, se sentaron y se hartaron de comida y
vino, embriagándose con el fruto de la vid y cayendo en un profundo
sueño.
Cuando la noche hubo
caído, el resto del ejército persa, la mejor parte del mismo, liderados
por el propio Ciro, regresaron y sorprendiendo al enemigo dormido,
mataron a muchos de ellos. A pesar de la matanza, hubo algunos
supervivientes, entre ellos Espargapises, el hijo preferido de la Reina.
Tomyris,
enterada de lo acontecido envió a Ciro un mensaje que contenía la
siguiente advertencia; "Ciro, bestia insaciable de sangre, devuélveme a
mi hijo y retírate de mi reino. Si no lo haces, te juro por el dios del
Sol, señor supremo de mi pueblo, que te saciaré de sangre !oh, Ciro, el
insaciable¡.
Ciro,
hizo caso omiso al mensaje. Mientras, Espargapises, despierto y
liberado su juicio de los efectos del vino, comprobó con rabia y
tristeza, que había caído en desgracia, y suplicó a Ciro que le
liberase. Una vez Espargapises volvió a ser dueño de sus manos, empuñó
una espada y se dio muerte.
Enfurecida, Tomyris reunió a todo su
ejército y lanzó todo su odio materno contra las huestes de Ciro,
entablándose la batalla más cruente y reñida habida entre naciones
bárbaras. El combate fue feroz, ningún soldado abandonaba la lucha,
muchos valientes regaron el suelo con su sangre y a la postre resultó
vencedor el aguerrido ejército maságeta.
El propio Ciro halló la
muerte en tierras maságetas. Tomyris llenó un odre de sangre humana, con
sus propias manos cercenó la cabeza del cadáver de Ciro y la introdujo
en el odre, profiriendo estas lapidarias palabras: "Me mataste a mi
hijo, pero yo aún sigo viva, y tal como te prometí, te saciaré de
sangre".
(Adaptación libre de lo narrado por
Heródoto, Libro I, 201 - 215).
Gracias por acercar la historia al pueblo llano, un gran relato y una bella historia de una Reina y Madre luchadora y fiel defensora de su pueblo y de sus vástagos.
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