Los primitivos romanos, ante la acuciante necesidad de esposas, invitaron a sus vecinos sabinos a unos juegos en honor de Neptuno, y mientras los hombres se divertían, los romanos aprovecharon para raptar a sus mujeres e hijas.
Posteriormente, cuando estaba a punto de estallar una guerra entre romanos y sabinos, las mujeres se interpusieron entre ambos contendientes y mediaron para forjar una alianza; pues si vencían los sabinos quedarían viudas, pero si vencían los romanos serían huérfanas, y ellas no querían perder ni a sus padres, ni a sus maridos.
A causa de estas múltiples bodas, la Roma Monárquica tuvo dos reyes sabinos, Numa Pompilio, prototipo de rey piadoso y pacífico, y Tulio Hostilio, mucho más belicoso.
Pero ¿qué subyace detrás de esta leyenda?; claramente la fusión de elementos sabinos y romanos en los tiempos del nacimiento de la Ciudad Eterna. Y el famoso rapto sólo fue la ceremonia normal de matrimonio con robo de la novia por parte del novio, pero con el consentimiento del padre de ella.
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