Roma, Florencia y Venecia
pasan por ser algunas de las ciudades más hermosas, no solo de
Italia, sino de toda Europa, y cuando uno viaja al país de la bota,
lo hace con la ilusión e intención de disfrutarlas. Pero una vez en
Italia, comienza el verdadero descubrimiento, pequeños y
encantadores pueblos prácticamente desconocidos para los españoles.
La región montañosa de
Umbría, patria ancestral de los umbros, vecinos de los latinos, se
encuentra salpicada por añejas villas medievales. Concretamente en
la provincia de Perugia se alza Todi, un pueblo de marcado carácter
medieval, con calles empedradas y empinadas, que llegan serpenteando
hasta la Piazza del Popolo.
Sobre el Valle del río
Tíber, Todi es una de las más bellas ciudades de la serranía
umbra, su interior guarda (para el que lo quiera descubrir) un
interesante tesoro urbanístico y arquitectónico.
En época etrusca los
umbros fundaron la población a la que llamaron Tutere, y como todo
el país terminó asimilada por Roma. En los albores del Medievo la
ciudad comenzó su particular decadencia, aunque en realidad sabemos
muy poco de este período.
Durante el renacer
urbano plenomedieval, Todi se convirtió en una comuna libre e inició
una cierta expansión urbanística, hasta que acabó formando parte
de los Estados de la Iglesia.
La Piazza del Popolo,
donde se ubica el Duomo y varios palacios de origen medieval, sigue
siendo, siglos después de su construcción, el corazón viviente de
Todi.
Me siguen maravillando
estos lugares que consiguieron escapar del tiempo que les tocó vivir
e irrumpir en el siglo XXI, como si nada hubiese ocurrido en las
últimas cinco centurias.
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