Para expiar la insolencia de su madre Casiopea que pretendía ser más bella que las Nereidas, desatando la furia de Poseidón, la joven Andrómeda se ofreció como sacrificio para calmar al monstruo marino Ceto.
En el cuadro de Theodore Chasseriau las nereidas, impasibles e insensibles, atan a una aterrorizada Andrómeda en una enorme roca en medio del Océano.
El héroe Perseo, enamorado de la joven, la rescató de su destino y se casó con ella. Sus hijos fueron conocidos como perseidas, y tras su muerte, Atenea la convirtió en constelación y la situó en el firmamento cerca de su madre Casiopea.
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