Cástulo fue un
importante poblado y centro minero de los oretanos en el Alto
Guadalquivir, a cinco kilómetros, de la también ciudad minera de
Linares. Tras la conquista romana de la zona, se convirtió en una
próspera ciudad. Y tanto en época iberica, como en el período
romano, la figura del león tuvo una importancia capital en la
ciudad.
En el Museo Arqueológico
de Linares, donde se recogen los principales hallazagos encontrados
en Cástulo, podemos contemplar algunas de estas piezas. Relieves,
capiteles, columnas y leones, expuestos en el Museo, formaron parte
un día, de edificaciones iberas y romanas. Y nos reiteramos, por su
abundancia y hermosura, destacan los leones.
Los artesanos romanos
continuaron utilizando la piedra arenisca, el mismo material que
utilizaron los iberos, como soporte para sus esculturas. Incluso la
técnica para tallarlas eran muy similares.
Estas dos cabeza de león y el
cuerpo de felino, al que falta precisamente la cabeza, eran
esculturas funerarias, con una datación aproximada entre el s. II
a.C. y el s. I d.C.
Detalles de las cabezas.
El pequeño león
procedente de Los Patos (Cástulo) es una de los ejemplares más
hermosos. Pequeño y muy detallado, espara agazapado a su presa.
Dientes y garras afiladas, melena estriada, patas y cola
perfectamente delimitada. Todo el conjunto esculpido con gusto y
esmero en piedra arenisca. Este ejemplar debía formar parte de una
tumba; la piedra duradera e incorruptible, frente a la fragilidad de
la vida terrana humana. Completamente diferente, en todos los
aspectos, de los toscos verracos vettones, que tanta pasión han
despertado en mí.
Pero lo mas espectacular
es el león descubierto en Cástulo el pasado año 2013. Una pieza
única. El felino apareció adosado en un muralla, y de esta guisa se
expone en el Museo de Linares. Los detalles son sencillamente,
magníficos.
Adosado a la muralla de
la ciudad ibero romana, un león protector, agarra con sus zarpas e
hinca los dientes en el cuerpo moribundo (o muerto) de un enemigo,
que presenta pelo rizado, labios prominentes y grandes orejas, rasgos inequívocamente negroides.
Esta escultura se ha
datado hacia el siglo II o I a.C., esto es, a finales de la época
propiamente ibera, y el comienzo de la dominación romana. El león
estaba ubicado en el flanco izquierdo de una puerta monumental,
recordando las colosales entradas de los palacios neoasirios
custodiadas por los fantásticos toros androcéfalos o lamassus. A
diferencia de los leones funerarios, este ejemplas tendría una
función protectora, y por supuesto, ornamental.
El felino rey es símbolo
de la fuerza, y la virtud inquebrantable de la aristocracia, y en
palabras de Vicente Barba, director de las excavaciones "la
justificación natural de una inmutable sociedad de clases".
Por otro lado, la figura
presenta rasgos helenísticos muy arcaicos, teniendo en cuenta,
además, que se trata de animales extraños a los iberos, pues no
existían leones en nuestra península. De esta manera, el león, en
el imaginario popular, aparece como un ser extraño (incluso mágico)
capaz de dominar las fuerzas de la Naturaleza, incluyendo al propio
hombre.
Situado frente al león,
pensando en los misterios de la arqueología y las culturas
pretéritas, no puedo dejar de preguntarme ¿hacia que mundo miran
los ojos huecos del león?.
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