Criábase el Albanés
en la corte de Amurates,
no como prendas captivas
en rehenes de su padre,
sino como se crïara
el mayor de los sultanes,
del Gran Señor, regalado,
querido de los bajaes,
mancebo de altos principios
y de pensamientos graves,
de esperanzas vinculadas
con su generosa sangre,
gran capitán en las guerras,
gran cortesano en las paces,
de los soldados escudo,
espejo de los galanes.
Recién venido era entonces
de vencer, y de ganalles
al Húngaro dos banderas,
y al Sofí cuatro estandartes.
Mas ¿qué aprovecha domar
invencibles capitanes
y contraponer el pecho
a mil peligros mortales,
si un niño ciego lo vence,
no más armado que en carnes,
y en el corazón le deja
dos arpones penetrantes?
Dos penetrantes arpones,
que son los ojos süaves
de las dos más bellas turcas
que tiene todo el Levante;
que no hay turquesas tan finas
que a sus ojos se comparen,
discretas en todo extremo
y de gracias singulares.
No lo defendió el escudo,
hecho de finos diamantes,
porque el amoroso fuego
es al rayo semejante,
que el duro hierro en sus manos
lo disminuye y deshace:
no para en el hierro Amor,
que, sin errar tiro, sabe
poner en el alma el hierro,
y en la cara las señales.
Fue tan desdichado en paz,
cuanto, en la guerra, triunfante,
rendido, en paz, de mujeres,
siendo en guerra un fiero Marte;
bien conoció su valor
Amor, pues para enlazalle
(por tener sujeto, Amor,
al que sujetó al dios Marte),
un lazo vio que era poco,
y quiso con dos vendalle.
de las dos más bellas turcas
que tiene todo el Levante;
que no hay turquesas tan finas
que a sus ojos se comparen,
discretas en todo extremo
y de gracias singulares.
No lo defendió el escudo,
hecho de finos diamantes,
porque el amoroso fuego
es al rayo semejante,
que el duro hierro en sus manos
lo disminuye y deshace:
no para en el hierro Amor,
que, sin errar tiro, sabe
poner en el alma el hierro,
y en la cara las señales.
Fue tan desdichado en paz,
cuanto, en la guerra, triunfante,
rendido, en paz, de mujeres,
siendo en guerra un fiero Marte;
bien conoció su valor
Amor, pues para enlazalle
(por tener sujeto, Amor,
al que sujetó al dios Marte),
un lazo vio que era poco,
y quiso con dos vendalle.
Romance de Luis de Góngora
sobre el héroe medieval
albanés Jorge Castriota,
conocido como Skanderbeg.
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