Como punto de partida debemos tener en cuenta que los pueblos germanos, antes de su asentamiento como reinos, estaban dirigidos por caudillos militares. Estos caudillos actuaban como reyes, y lo hacían así debido al gran prestigio que eran capaces de acumular, basado fundamentalmente en la fuerza militar. Un ejemplo fueron los hunos, que mantenían la unidad de su poderosa confederación gracias a la figura de Atila.
Una vez que estos pueblos se asientan en amplias regiones del Imperio Romano de Occidente, y se van convirtiendo en reinos, estos caudillos deben acomodarse a una nueva realidad política, administrativa y social. Tenían que seguir ostentando el poder, y en ese contexto surge y se desarrolla la institución monárquica.
Sin embargo, en estos primeros tiempos altomedievales, el poder de la monarquía era reducido, siendo más nominal que efectivo. La autoridad del rey debía enfrentarse constantemente contra otros poderes, que venían representados por los grandes terratenientes y magnates; en una palabra, la aristocracia.
Era necesario buscar, y encontrar, fórmulas que permitiesen un cierto equilibrio en estos juegos de poder. Estas nuevas fórmulas van a subrayar las vinculaciones y dependencias personales entre los grandes señores y el rey. Cuando estas vinculaciones evolucionan, desembocan en el feudalismo del siglo XI. Para estos primeros reyes es imprescindible contar con el apoyo, con la presencia de los aristócratas. En esta época el rey era únicamente un "primus inter pares" es decir, el primero entre los iguales.
Desde una perspectiva teórica, los reyes germanos ostentaban una serie de competencias; poder político, mando militar, capacidad de proteger a cualquier individuo de su reino, era el único que legalmente podía impartir justicia, y lo más importante de todo, era el encargado de repartir beneficios.
Beneficio hace referencia a un término latino que aparece en la documentación de la época; beneficium. El monarca debe buscar el equilibrio entre los grandes señores. Ese equilibrio lo va a encontrar en las relaciones entre las personas muy poderosas, y los individuos menos poderosos. Esas dependencias personales se materializan a través de un "beneficium" que el superior otorga al inferior. En la práctica se trata de posesiones terrenas que el superior cede al inferior. El rey tiene por tanto, la capacidad de distribuir beneficos, nos referimos a las tierras, entre los señores. Se trata de un antecedente del régimen señorial y del feudalismo.
Teniendo en cuenta estas atribuciones, la actuación del rey combinaba aspectos privados y aspectos públicos. Estas cuatro competencias fueron trasladadas paulatinamente a los grandes señores, que las ejercerán en sus circunscripciones territoriales. Todo ello va a contribuir a acentuar esa sensación de equilibrio y va a reforzar la posición del rey como un "primus inter pares".
De forma paralela a todo este proceso, los reyes van a contar con el apoyo de la religión. Mejor dicho de la iglesia. Los reyes se van a convertir al catolicismo. Estas ceremonias de conversión van a contar con representantes de la Iglesia Católica; obispos en la conversión de Clodoveo o el propio Recaredo que hizo efectiva su conversión durante la celebración del III Concilio de Toledo.
A partir de estas conversiones, las iglesias católicas van a comenzar a otorgar a los reyes valores religiosos y carismáticos, de tal manera, que los reyes se van a ir transformando en figuras sagradas, por encima del resto de los mortales. Caso significativo es el de los reyes Capetos en Francia, que a partir del siglo XI estaban imbuidos de poderes taumatúrgicos, es decir, eran capaces de sanar enfermedades por la imposición de manos.
En cuanto a las formas de transmitir la corona, entre los francos era básicamente hereditaria. Ahora bien, era bastante común la división del reino entre los diferentes hijos del rey fallecido. La base de esta división era la concepción patrimonial del reino (el reino era una posesión más del monarca). Todo esto provoca que el objetivo fundamental de los hijos y herederos fuera la reunificación del reino dividido. En otros reinos germanos se impuso la costumbre de elegir al monarca entre una serie de prohombres de estirpes con peso determinado dentro del reino. En este caso también cuenta el carácter patrimonial del reino.
La monarquía constituyó una de las vías que posibilitó la fusión de las distintas comunidades. En el caso concreto del reino franco se consiguió por la intervención de dos dinastías; merovingios y carolingios.
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