El Louvre es un paseo por la Historia Material de la Humanidad, pero hay que acudir con precaución sino se quiere morir de una indigestión de Arte.
Sin lugar a dudas el Louvre es uno de esos Museos Imprescindibles, pero es necesario tener claro que es lo que se quiere ver, es inabarcable, imposible conseguir verlo todo en una única visita, y a pesar de la belleza que te rodea, tarde o temprano el agotamiento mental y físico te van a derrotar.
Lo mejor madrugar, acudir temprano con las ideas claras y disfrutar de todo lo que puede ofrecernos. La tarifa general es de 11 euros, y he de decir que me parece bastante barato (para todo lo que ofrece). Una vez dentro, lo mejor es relajarse y disfrutar.
El museo se divide en tres alas, Denon, Sully y Richelieu, con cuatro plantas cada una y albergan diferentes colecciones. A saber, Antigüedades orientales, Antigüedades egipcias, Antigüedades griegas, etruscas y romanas, Artes gráficas, Pinturas, Esculturas, Objetos de Arte, Artes de África, Asia, Oceanía y América, Artes del Islam, El Oriente Mediterráneo en el Imperio Romano y la Historia del Louvre y Louvre Medieval.
Las taquillas, al igual que el Museo, abren a las nueve de la mañana. Nuestra visita se prolongó durante unas seis horas, y pudimos ver todo lo que teníamos en mente; Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma, buena parte de la colección pictórica y una importante número de esculturas.
El exterior ya impresiona por su grandiosidad, en su interior, algunas de las obras más representativas del arte humano.
Su origen data del año 1190, construido como fortaleza por el rey Felipe Augusto para defender París de las expediciones de rapiña vikingas. Durante el reinado de Francisco I se derribó la Torre del Homenaje y se transformó en edificio renacentista. Reyes y emperadores lo fueron modificando durante los cuatro siglos que fue utilizado como residencia regia.
Una pequeñísima muestra de lo que nos espera en Louvre.
Sepulcro gótico del Senescal Philippe Pot.
La Balsa de Medusa de Gericault, cuando aparece la adversidad, y el desastre se cierne sobre nosotros, cada uno adopta una actitud, unos se rinden a las primeras de cambio, otros se limitan a verlas venir y algunos pocos mantienen la esperanza y pese a todo, siguen luchando.
Avenida de las esfinges.
El Escriba Sentado, otra de las joyas de la colección egipcia del Louvre.
Friso de los arqueros, que adornaba el palacio de Darío I en Susa, lugar al que trasladó la capital del Imperio Persa.
Toros alados que custodiaban la entrada del palacio asirio de Korsabad.
El Código de Hammurabi, una estela donde se grabó uno de los códigos de leyes más antiguos conocidos.
Venus de Milo, el escultor despertó la belleza que dormía en el interior del mármol . . .
Victoria alada de Samotracia desplegando toda su fuerza
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