miércoles, 7 de marzo de 2018

TREPARRISCOS, UN PEQUEÑO HABITANTE DE LOS ROQUEDOS.




La alta montaña, donde soplan violentos vientos, no es el hábitat ideal para pájaros y otras aves de pequeño tamaño que no pueden volar bajo condiciones tan adversas. Pero en las montañas de Eurasia, una pequeña ave desafía toda lógica y ha conseguido triunfar en este medio tan hostil, el Treparriscos (Tichodroma muraria).

Simpático, vistoso y valiente habitante de las cumbres, los riscos y los cortados, su propio nombre ya nos está indicando su extraordinaria habilidad, un auténtico especialista para la vida en la pared rocosa. El Treparriscos ostenta el privilegio, ganado a pulso, de ser uno de los pájaros más pequeños capacitado para vivir en las regiones más elevadas de las montañas. En el curso de la evolución se ha adaptado perfectamente a la piedra, del tamaño de un gorrión, pasa desapercibido fácilmente mientras trepa por riscos y crestas.

Un destello de alas rosadas que vuela de una roca a otra. El treparriscos suele estar siempre junto a las paredes de la montaña, las gargantas y los desfiladeros buscando el abrigo del viento. Su alimentación está basada en insectos y pequeños invertebrados. Un pájaro con hábitos de mariposas, que no soporta la compañía de sus congéneres y prefiere vivir su vida en solitario.


En Europa podemos encontrarlos en los Pirineos, la Cordillera Cantábrica, los Alpes, los Apeninos, los Cárpatos y los Balcanes. También está presente en el Cáucaso y en los macizos de Asia Central. En Suiza, durante el invierno, no es extraño observarlos en las grandes ciudades. En la montaña en las épocas más crudas descienden a altitudes menores.

Con la primavera el macho aceptará la cercanía de su futura compañera reproductora a la que intentará seducir revoloteando alrededor de ella. La feliz (y efímera) pareja elegirá una rendija estrecha y profunda para convertirla en un hogar. Mientras la hembra construye un nido utilizando musgo, líquenes, plumas, raíces, tallos secos e incluso telas de araña, el macho canta en la entrada. Las crías son alimentadas por ambos progenitores y en tres semanas los jóvenes treparriscos ya estarán preparados para enfrentarse al mundo real.



Una vez que los pequeños pueden vivir independientes, el treparriscos vuelve a convertirse en el solitario empedernido de siempre.


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