En el año 907 y después de tres
centurias gobernando China, el gran imperio Tang se hundió
definitivamente. Se inició entonces una turbulenta etapa de
transición que entronca con la siguiente dinastía, los Songs. Media
centuria que los anales han llamado “Las Cinco Dinastía y los Diez
Reinos”.
El inmenso territorio chino quedó
fragmentado en dinastía y reinos efímeros, un auténtico caos
político, pero a pesar de todo, vivió un espléndido auge cultural.
En esta etapa de la historia china no podemos dejar de ver ciertos
paralelismos con las taifas andalusíes.
Tras la caída del Imperio Tang,
el poder quedó disgregado en favor de dinastías locales de poco
fuste. Mientras el sur se atomizaba en los Diez Reinos, en el norte
imperaba la violencia entre las cinco dinastías.
En el norte la desaparición del
dominio Tang marcó el comienzo de una etapa de guerras y
devastaciones que obligó a parte de la población urbana abandonar
sus casas y buscar refugio en el campo. Todas estas dinastías
proclamaban una ascendencia de grandeza y se disputaron el control en
el valle del río Amarillo y en la ciudad de Kaifeng. Esta situación
se prolongó hasta el año 960 en que surgió una nueva dinastía
llamada a reinar en todo el territorio, los Song.
El sur, sin embargo, y a pesar de
haberse cuarteado en pequeños reinos, cuyos límites correspondían
con regiones naturales, vivió medio siglo de paz y prosperidad
relativas. En la cuenca del río Sichuan, el reino de los Shu ofreció
asilo a numerosos intelectuales y artistas que venían huyendo de la
violencia del norte.
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