En el año 44 uno de los seguidores de Cristo, el apóstol Santiago, fue decapitado en Jerusalén por orden de Herodes Agripa. Todo hacía suponer que la tumba del apóstol se hallaba en Tierra Santa.
Después de la muerte, resurrección y ascensión a los cielos de Cristo, sus seguidores se dispersaron por el orbe para predicar su mensaje. Santiago se dirigió a la Península Ibérica para dar a conocer los Evangelios. Apesadumbrado por su fracaso inicial, la virgen, para insuflarle ánimos, se le apareció en Muxía, en la costa de Galicia. Ésta no sería la última aparición de María Virgen al Apóstol. Internado en tierras de Celtiberia, la Virgen se volvió hacer presente ante el apóstol, en la ciudad de Caesaraugusta (Zaragoza). La materialización de la Madre de Cristo sucedió encima de una columna (o pilar), y a partir de ese momento comenzó a recibir culto como Virgen del Pilar.
Tras la decapitación de Santiago, sus discípulos, Teodoro y Atanasio, embarcaron su cadáver en el puerto de Jaffa y en pocos días arribaron a las costas gallegas (concretamente al Padrón). Una vez en Galicia buscaron un lugar para darle tierra. La reina Lupa, una poderosa señora del lugar ofreció unos bueyes para trasladar el cadáver. Pero los bueyes resultaron ser toros salvajes, que fueron amansados mediante la Señal de la Cruz y de esta manera llevaron el cadáver hasta el palacio de Lupa, a pesar de desconocer el camino. Ante esta serie de acontecimientos Lupa se convirtió al Cristianismo, y cedió su palacio para enterrar al apóstol.
En el siglo IX, (c. 813) un ermitaño llamado Pelayo tuvo una visión del lugar exacto donde se encontraba el olvidado sepulcro de Santiago. Fue corriendo a informar a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, que unas extrañas luces titilaban sobre un monte deshabitado (¿podrían ser fuegos fatuos?). Al examinar el lugar encontraron los restos de un hombre decapitado, y supusieron (acertadamente o no es algo que nunca sabremos) que se trataba del Apóstol Santiago, que siglos atrás había predicado por estas tierras. Inmediatamente, el rey de Asturias, Alfonso II el Casto ordenó levantar en el lugar una iglesia, que andando el tiempo, sería el origen de la fastuosa Catedral de Santiago de Compostela (Santo Jacob del compositum).
En cuanto al topónimo existen dos opiniones, una de ellas deriva Compostela de compositum (cementerio) y la otra opinión, más poética, refiere que Compostela significa Campus Stellae, campo de estrellas, debido a las misteriosas luces que señalaron el lugar donde reposaban los restos del apóstol.
Poco tiempo después, el sepulcro comenzó a recibir miles de visitas, y a lo largo de la Edad Media, se fue convirtiendo en la tercera ciudad santa de la Cristiandad, tras Jerusalén y Roma. En el siglo XI, Diego Gelmírez situó definitivamente Santiago de Compostela en el mapa de Europa, convirtiéndola en sede de una Iglesia Metropolitana y librándose del control de la Archidiócesis de Braga. Además Gelmírez fue primer arzobispo de Compostela e impulsó la construcción de la Catedral de Santiago.
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