El arte minimalista, la belleza y el simbolismo por encima de la grandiosidad.
Hacía mucho tiempo que quería visitar este templo, y la visita, aunque breve, ha sido plenamente satisfactoria. La iglesia reproduce a escala el Templo del Santo Sepulcro de Jerusalén, y en las formas, la sencillez y el simbolismo nos recuerda, como no, a la bellísima iglesia de Eunate. ¿Arte templario?, ¿arte carolingio?. No podemos olvidar la capilla palatina de Aquisgrán, la iglesia templaria de Metz, el temple de Londres o San Donato de Zadar. Esta planta octogonal es ciertamente sugerente.
En cuanto atraviesas la pequeña portada y te encuentras en el interior del pequeño templo, comprendes, sin que nadie tenga que explicártelo, que te encuentras en un lugar especial. Aunque eso es algo complicado de describir con palabras, es necesario llegar hasta aquí y experimentarlo en la propia piel. Los espacios pequeños llenas más el espíritu, ayuda al recogimiento y llenan de sentido los ideales de la peregrinación.
La iglesia fue levantada a finales del siglo XII, interpretada como románico-mudéjar y hay quien piensa (con o sin razón) que su linterna pudo servir como faro para guiar a los peregrinos. La función de la iglesia, y aquí hay un interesante debate, pudo estar ligada a la presencia de un cementerio.
Todo lo que rodea a esta Iglesia del Santo Sepulcro es misterioso e ignoto. La pseudociencia y la parapsicología consiguen aquí, en Torres del Río, una clara victoria frente a arqueología e historia. Los arqueólogos, al parecer, nunca mostraron especial interés en el edificio. La Institución Principe de Viana realizó su restauración en varias fases, entre 1961 y 1943.
Lo más característico de la iglesia es su planta octogonal que reproduce la del Santo Sepulcro de Jerusalén, una forma arquitectónica que se ha atribuido, sin muchas pruebas, a la Orden del Temple. En el alzado presenta tres cuerpos, el superior con ventanas, aleros de canecillos y linterna central a la que se accede por una escalera de caracol que sube por una torreta cilíndrica adosada.
Destacan las proporciones, la armonía y las soluciones arquitectónicas. Una gran variedad de elementos de diversa naturaleza hacen las delicias del observador: ménsulas, celosías, columnas, ventanas, capiteles historiados.
Una única nave y una cúpula de gran belleza. Situados en el centro elevamos la mirada para descubrir una maravillosa cúpula de nervios entrecruzados, que dejan libre el centro para albergar un cupulino, formando una estrella de ocho puntas de influjo musulmán (mezquita de Córdoba).
Sobre el altar un Crucificado policromado del siglo XIII. El crucificado porta una corona real. Suspendido observa con atención a todos aquellos que visitamos el templo.
Símbolos, cruces y el nombre de los apóstoles escritos en la piedra. En la fachada algunos rostros monstruosos separa el mal terrenal del bien celestial.
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