San Pedro en Roma, Santiago en Compostela y San Marco en Venecia. Santo Protector de la comunidad que vive a orillas de la Laguna y que llegó hasta el Véneto para consagrar definitivamente estas islas al Cristianismo. Los comerciantes tienen algo de piratas y mucho de contrabandista, acostumbrados a traer y llevar mercancías de acá para allá, siempre con sigilo y ciertas dosis de secretismo. No es de extrañar que fuesen dos mercaderes de las islas, Buono Tribuno da Malamocco y Rustico da Torcello, los que trasladaron a Venecia el cuerpo del evangelista. Buono Tribuno y Rustico asaltaron la tumba del evangelista en Alejandría, robaron el cuerpo y lo embarcaron escondido en un cargamento de carne de cerdo, para evitar los registros de los guardias musulmanes.
Las leyendas alimentan a los pueblos y favorecen la construcción de identidades. De la misma manera que Santiago predicó en Galicia, Marcos el Evangelista realizó una escala en las islas venecianas cuando viajaba de Aquilea a Roma. En el Rialto se le apareció un ángel (mensajero divino) y a continuación le bendijo: Que la paz sea contigo, Marcos, evangelista mío. En este lugar reposará tu cuerpo.
En el año 828, ocho siglos después de haber recibido aquella revelación, el cuerpo de San Marcos regresaba a Venecia. Los dos comerciantes donaron la reliquia al dux Giustiniano Partecipazio, que depositó en su palacio, e inmediatamente comenzaron la construcción de un santuario que seguía el modelo de la basílica de los Doce Apóstoles de Constantinopla (siendo consagrada en el 832). Desde aquel entonces San Marcos se convirtió en patrón de Venecia (desplazando a San Teodoro) que adoptó además el símbolo del evangelista, el León Alado.
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