Señor de Coucy, hijo de una noble dama licenciosa y de (supuestamente) Enguerran de Coucy, cornudo reconocido. Thomas de Marle, siniestro y abyecto personaje, señor absoluto del Castillo de Marle y dueño de sus tierras. Desde que era muy joven asaltaba a los pobres peregrinos que con ilusión (y unas dosis justas de devoción) se dirigían a Jerusalén. Se hizo fuerte por medio de matrimonios incestuosos y ostentó tal poder que pudo aniquilar (sin menoscabo de su posición social) a un importante número de personas.
Thomas no era un hombre violento sin más, no se conformaba con usar la espada para acabar con sus víctimas, le gustaba recrearse en el sufrimiento ajeno y disfrutaba con la tortura. Cuando pretendía cobrar rescate por los prisioneros los colgaba por los testículos, entonces sus partes cedían al peso del cuerpo y los intestinos se desparramaban hacia afuera del doliente cuerpo.
Otras veces eran colgados de los pulgares y se le sobrecargaban los hombros con enormes piedras. Cuando no podía conseguir su objetivo, una suculenta suma de dinero, la emprendía a bastonazos con sus víctimas hasta que una de dos; se plegaban a sus deseos y pagaban, o morían entre terribles alaridos de dolor. Muchas otras personas murieron de hambre, sed, infecciones o torturas, encerradas en insalubres calabozos.
Guibert de Nogent relata otras muchas atrocidades perpetradas por la malefica mente de Thomas. Una vez clavó su lanza en la boca de un fugitivo, con tanta fuerza, que el asta salió por el ano del desdichado.
Desde el año 1130, para alivio de sus vecinos, Thomas de Marle trabaja en las calderas de Satán.
Thomas no era un hombre violento sin más, no se conformaba con usar la espada para acabar con sus víctimas, le gustaba recrearse en el sufrimiento ajeno y disfrutaba con la tortura. Cuando pretendía cobrar rescate por los prisioneros los colgaba por los testículos, entonces sus partes cedían al peso del cuerpo y los intestinos se desparramaban hacia afuera del doliente cuerpo.
Otras veces eran colgados de los pulgares y se le sobrecargaban los hombros con enormes piedras. Cuando no podía conseguir su objetivo, una suculenta suma de dinero, la emprendía a bastonazos con sus víctimas hasta que una de dos; se plegaban a sus deseos y pagaban, o morían entre terribles alaridos de dolor. Muchas otras personas murieron de hambre, sed, infecciones o torturas, encerradas en insalubres calabozos.
Guibert de Nogent relata otras muchas atrocidades perpetradas por la malefica mente de Thomas. Una vez clavó su lanza en la boca de un fugitivo, con tanta fuerza, que el asta salió por el ano del desdichado.
Desde el año 1130, para alivio de sus vecinos, Thomas de Marle trabaja en las calderas de Satán.


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