viernes, 1 de abril de 2022

CAMINO DE SANTIAGO. TRAMO ESPINAL – BIZKARRETA

 


Desde Espinal hasta Bizkarreta a través del alto de Mezkiritz, cinco kilómetros apasionantes, caminando por la vereda de prados y alambradas o bajo las copas de enormes hayas.


Despertamos a las seis de la mañana, en una cama digna de tal nombre (en el Hostal Rural Restaurante Haizea). No es habitual encontrar colchones y mucho menos almohadas de calidad en hoteles, pensiones y hostales. Incluso en establecimientos de cierta categoría nos hemos tenido que pelear con almohadas de mala calidad, que terminan convertidas en una auténtica tortura para las cervicales. Esta noche no ha sido el caso. Nada mejor que dormir bien para comenzar el día con ganas y energía.  



En el día de hoy abandonaremos definitivamente los Pirineos, una circunstancia que siempre me pone un poco triste, y es que a lo largo del año, son muchas las veces que siento en mi interior la llamada de la montaña. Sin duda, una de las zonas más salvajes de todo el Camino.


Aún nos quedan algunas modestas subidas y un largo, y por momentos tortuoso, descenso hasta Zubiri.  


¿Cuántos pies pisarán las huellas que voy dejando en el Camino?. Las pisadas de caminantes y peregrinos irán borrando la estela que van dejando aquellos que ya pasaron por aquí.  





En Almería, mi tierra de adopción, este verde, es un imposible, una hermosa fantasía. Para mí, un constante anhelo.  

Los verdes y húmedos prados que rodean la población de Espinal, nos conducen al bosque. En este punto es cuando sentimos la llamada de lo salvaje. El sonido de nuestras pisadas sobre la tierra nos van marcando el ritmo.  







Entre bosques y alambradas, subimos desde Espinal a la primera cota del día, 950 metros, el Alto de Mezkiritz. Aquí reina el hayedo. Y la ardilla es su más simpática inquilina.  


El blanco caserío de Bizkarreta es visible desde la altura. Ahí abajo nos espera el desayuno. Y algo caliente para calentar las tripas.  



El bosque nos saca a la carretera, al área de descanso del Alto de Mezquiritz.


Un haya nos muestra toda su belleza y grandeza.  


Salir de Espinal y comenzar a subir es todo uno. La vegetación, la fauna y el clima no distan mucho de lo que hemos visto en las jornadas precedentes. El ascenso es exigente (y eso gusta) pero el esfuerzo se compensa gracias a la belleza natural de los paisajes que atraviesa. Hayas y robles jalonan el camino. Hubo un tiempo, no tan lejano, que hombres y mujeres de la Europa templada vivían prácticamente dentro del bosque.  



Actualmente quedan pocos bosques puros en Europa. Bosques como estos, por los que transitamos ahora, no son posibles en mi tierra de adopción. 




Descendemos el alto de Mezkiritz, y llegamos a Bizkarreta que nos da la bienvenida al Valle de Erro. 


El ganado ovino es de los que mejor se adapta a este medio montañoso y húmedo.  



Un milano real (Milvus milvus) pasado por agua, nos mira de soslayo, sin inmutarse de nuestra cercana presencia.  


Bizkarreta/Gerendiain es parada obligatoria para el peregrino que sale del bosque con los huesos calados por la lluvia y el estómago rugiendo por el hambre.  



Un bocata de tortillas de patatas, no hay desayuno mejor. Por cierto, que bueno está el pan en Navarra. Ahora si estamos listos para encarar la siguiente subida, el maravilloso Alto de Erro.  





Hoy vamos de valle en valle. El caminante conoce más pueblos y más enclaves que otro tipo de viajero. El coche, el tren, y no digamos el avión, nos sustrae de los países y paisajes por los que transitamos. Cuando caminas te detienes en lugares que, de cualquier otra manera, sería impensable y poco probable (aunque no hay nada imposible). Al viajar en coche propio visitas muchos pueblos, pero no te detienes en todas, los ves desde detrás de la luna. El caminante, sin embargo, pisa todos y cada uno de ellos.  





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