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viernes, 18 de agosto de 2017

AL CABALLERO LANZAROTE




Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino,
que dueñas cuidaban de él,
doncellas, de su rocino.
Esa dueña Quintañona,
ésa le escanciaba el vino.
La linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo,
y, estando al mejor sabor,
que sueño no había dormido,
la reina toda turbada
un pleito ha conmovido:
-Lanzarote, Lanzarote,
si antes hubieras venido
no hablara el orgulloso
las palabras que había dicho:
que a pesar de vos, señor,
se acostaría conmigo.
Ya se arma Lanzarote,
de gran pesar conmovido;
despídese de su amiga,
pregunta por su camino.
Topó con el orgulloso
debajo de un vede pino;
combátanse de las lanzas,
a las hachas han venido;
ya desmaya el orgulloso,
ya cae en tierra tendido;
le cortara la cabeza
sin hacer ningún partido.
Vuélvese para su amiga,
donde fue bien recibido.
                                                       Romancero 

viernes, 4 de agosto de 2017

ROMANCE DE DOÑA ALDA.



En París está doña Alda,
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para la acompañar:
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan,
si no era doña Alda,
que era la mayoral;
las ciento hilaban oro,
las ciento tejen cendal,
las ciento tañen instrumentos
para doña Alda holgar.

Al son de los instrumentos
doña Alda dormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida
y con un pavor muy grande;
los gritos daba tan grandes
que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien oiréis lo que dirán:
—¿Qué es aquesto, mi señora?
¿Quién es el que os hizo mal?
—Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte
en un desierto lugar:
do so los montes muy altos
un azor vide volar,
tras dél viene una aguililla
que lo ahínca muy mal.

El azor, con grande cuita,
metióse so mi brial,
el aguililla, con gran ira,
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
—Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo
que viene de allén la mar,
el águila sedes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte es la iglesia,
donde os han de velar.
—Si así es, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.
Otro día de mañana
cartas de fuera le traen:
tintas venían por dentro,
de fuera escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en caza de Roncesvalles.
                                                        Romancero Viejo. 

domingo, 4 de diciembre de 2016

SERVÍA EN ORÁN AL REY UN ESPAÑOL CON DOS LANZAS...



Servía en Orán al Rey
Un español con dos lanzas,
Y con el alma y la vida
A una gallarda africana,

Tan noble como hermosa,
Tan amante como amada,
Con quien estaba una noche
Cuando tocaron al arma.

Trescientos Zenetes eran
Deste rebato la causa;
Que los rayos de la luna
Descubrieron las adargas;

Las adargas avisaron
A las mudas atalayas,
Las atalayas los fuegos,
Los fuegos a las campanas;

Y ellas al enamorado,
Que en los brazos de su dama
Oyó el militar estruendo
De las trompas y las cajas.

Espuelas de honor le pican
Y freno de amor le para;
No salir es cobardía,
Ingratitud es dejarla.

Del cuello pendiente ella,
Viéndole tomar la espada,
Con lágrimas y suspiros
Le dice aquestas palabras:

«Salid al campo, Señor,
Bañen mis ojos la cama;
Que ella me será también,
Sin vos, campo de batalla.

»Vestíos y salid apriesa,
Que el general os aguarda;
Yo os hago a vos mucha sobra
Y vos a él mucha falta.

»Bien podéis salir desnudo
Pues mi llanto no os ablanda;
Que tenéis de acero el pecho
Y no habéis menester armas.»

Viendo el español brioso
Cuánto le detiene y habla,
Le dice así: «Mi señora,
Tan dulce como enojada,

»Porque con honra y amor
Yo me quede, cumpla y vaya,
Vaya a los moros el cuerpo,
Y quede con vos el alma.

»Concededme, dueña mía,
Licencia para que salga
Al rebato en vuestro nombre,
Y en vuestro nombre combata.»
                                                          Luis de Góngora.

sábado, 3 de diciembre de 2016

ENTRE LOS SUELTOS CABALLOS DE LOS VENCIDOS ZENETES...


Entre los sueltos caballos
De los vencidos Zenetes,
Que por el campo buscaban
Entre lo rojo lo verde,

Aquel español de Orán
Un suelto caballo prende,
Por sus relinchos lozano
Y por sus cernejas fuerte,

Para que lo lleve a él,
Y a un moro cautivo lleve,
Que es uno que ha cautivado,
Capitán de cien Zenetes.

En el ligero caballo
Suben ambos, y él parece,
De cuatro espuelas ,herido,
Que cuatro vientos lo mueven.

Triste camina el alarbe,
Y lo más bajo que puede
Ardientes suspiros lanza
Y amargas lágrimas vierte.

Admirado el español
De ver cada vez que vuelve
Que tan tiernamente llore
Quien tan duramente hiere,

Con razones le pregunta
Comedidas y corteses
De sus suspiros la causa,
Si la causa lo consiente.

El cautivo, como tal,
Sin excusarlo, obedece,
Y a su piadosa demanda
Satisface desta suerte:

«Valiente eres, capitán,
Y cortés como valiente;
Por tu espada y por tu trato
Me has cautivado dos veces.

»Preguntado me has la causa
De mis suspiros ardientes,
Y débote la respuesta
Por quien soy y por quien eres.

»Yo nací en Gelves el año
Que os perdisteis en los Gelves,
De una berberisca noble
Y de un turco mata-siete.

»En Tremecén me crié
Con mi madre y mis parientes
Después que murió mi padre,
Corsario de tres bajeles.

»Junto a mi casa vivía,
Porque más cerca muriese,
Una dama del linaje
De los nobles Melioneses:

»Extremo de las hermosas,
Cuando no de las crüeles,
Hija al fin destas arenas
Engendradoras de sierpes.

»Era tal su hermosura,
Que se hallaran claveles
Más ciertos en sus dos labios
Que en los dos floridos meses.

»Cada vez que la miraba
Salía el sol por su frente,
De tantos rayos vestidos
Cuantos cabellos contiene.

»Juntos así nos criamos,
Y Amor en nuestras niñeces
Hirió nuestros corazones
Con arpones diferentes.

»Labró el oro en mis entrañas
Dulces lazos, tiernas redes,
Mientras el plomo en las suyas
Libertades y desdenes.

»Mas, ya la razón sujeta,
Con palabras me requiere
Que su crueldad le perdone
Y de su beldad me acuerde;

»Y apenas vide trocada
La dureza desta sierpe,
Cuando tú me cautivaste;
Mira si es bien que lamente.

»Ésta, español, es la causa
Que a llanto pudo moverme;
Mira si es razón que llore
Tantos males juntamente.»

Conmovido el capitán
De las lágrimas que vierte,
Parando el veloz caballo,
Que paren sus males quiere.

«Gallardo moro, le dice,
Si adoras como refieres,
Y si como dices amas,
Dichosamente padeces.

»¿Quién pudiera imaginar,
Viendo tus golpes crueles,
Que cupiera alma tan tierna
En pecho tan duro y fuerte?

»Si eres del Amor cautivo,
Desde aquí puedes volverte;
Que me pedirán por robo
Lo que entendí que era suerte.

»Y no quiero por rescate
Que tu dama me presente
Ni las alfombras más finas
Ni las granas más alegres.

»Anda con Dios, sufre y ama,
Y vivirás si lo hicieres,
Con tal que cuando la veas
Pido que de mí te acuerdes.»

Apeóse del caballo,
Y el moro tras él desciende,
Y por el suelo postrado,
La boca a sus pies ofrece.

«Vivas mil años, le dice,
Noble capitán, valiente,
Que ganas mas con librarme
Que ganaste con prenderme.

»Alá se quede contigo
Y te dé victoria siempre
Para que extiendas tu fama
Con hechos tan excelentes.»
                                                        Luis de Góngora.

sábado, 2 de abril de 2016

IGLESIA DE SANTIAGO EL VIEJO (O DE LOS CABALLEROS)



Situada a extramuros de la ciudad medieval de Zamora se encuentra la pequeña iglesia de Santiago el Viejo, también llamada de los caballeros, ligada históricamente al romancero.


Una humilde iglesia de nave única y ábside semicircular, que se alaza en la zona de la Vega, al oeste de la ciudad y protegida, a cierta distancia, por el castillo. Próximo a la iglesia se encuentra el Campo de la Verdad, el lugar donde se celebraban las justas.


Quiere la tradición que en este templo, sugerente por su sencillez, veló armas y fue armado caballero Rodrigo Días de Vivar, el Cid Campeador, por el rey Fernando I.

 —¡Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano!
Acordársete debería
de aquel buen tiempo pasado
que te armaron caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tú, Rodrigo, el ahijado;
mi padre te dio las armas,
mi madre te dio el caballo,
yo te calcé espuelas de oro
porque fueses más honrado;
pensando casar contigo,
¡no lo quiso mi pecado!,
casástete con Jimena,
hija del conde Lozano;
con ella hubiste dineros
conmigo hubieras estados;
dejaste hija del rey
por tomar la de un vasallo.
Romance XIII En que doña Urraca recuerda 
cuando el Cid se criaba con ella en su palacio de Zamora.



Para encontrar estas joyas del Medievo es necesario alejarse de los itinerarios más clásicos, turísticos y recomendados.  


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