domingo, 29 de enero de 2023

PAMPLONA, LA CAPITAL DEL REINO.

 


De poblado vascón a urbe romana, de dinámico burgo medieval a capital de reino. Iruña – Pompaelo – Pamplona. Sobre el sustrato vascón se fueron superponiendo (sin llegar nunca a destruirlo) los horizontes romano y carolingio. Sin olvidar la influencia, que a través de los Banu Qasi, procedían del sur, de la Ribera del Ebro. Tampoco podemos olvidar la esencia pirenaica. Pamplona es una urbe moderna que ha sabido conservar perfectamente su carácter medieval en sus calles, plazas y edificios más significativos. Una ciudad agradable y acogedora, que recibe al visitante (turista o caminante) con los brazos abiertos, tanto en invierno, como en verano.


En su entramado de calles, con gran personalidad y solera, aún se siente la división en tres burgos durante la Edad Media. Después de dos o tres visitas (que no serán las últimas) me sigue pareciendo una de las ciudades más encantadoras de la Vieja Europa. !Que bares, que pinchos¡.


El prestigioso general Pompeyo Magno, estaba en estas tierras combatiendo al rebelde Sertorio que tenía su cuartel general en Osca (Huesca), acampó sus legiones en las proximidades del poblado vascón de Iruña, aprovechando la protección natural que le ofrecían las montañas. Estamos en el año 75 a.C. y esta podría ser la partida de nacimiento de Pompaelo o Pompeiopolis.


Pasaron los siglos, la crisis del siglo III y las invasiones bárbaras. Pero Pamplona seguía siendo Pamplona. Sus hombres y mujeres lucharon contra musulmanes y carolingios, y más tarde contra castellanos, aragoneses y franceses. La libertad no tiene precio, y en esa ciudad lo saben. Eso sí, de vez en cuando también se mataban a palos entre ellos.


Cuando Madrid no llegaba ni a aldea, Pamplona ya era capital de reino. Con Sancho III sentado en el trono, el reino más poderosos e influyente de toda la Iberia cristiana.




Las ciudades navarras pueden enorgullecerse de remota lejanía. Y Pamplona no podía ser una excepción […] El carácter de la ciudad no se obtiene con la simple yuxtaposición de casas ni con el esquema material de la calle; es necesario el pneuma, la viveza, la prudencia y la gracia de un espíritu ciudadano, y Pamplona posee estas cualidades.

Ramón Otero Pedrayo en Geografia de España. Instituto Gallach, 1955.





Sancho III el Mayor, Rex Ibericus, el hombre más poderoso de la Iberia de su tiempo, de sus santos cojones, léase su descendencia, nacieron los diferentes reinos hispánicos, destinados a luchar entre sí, unirse, separarse y nunca entenderse (y en esas seguimos).


La catedral de Santa María la Real ofrece al visitante una síntesis de la historia de Navarra, un magnífico templo gótico que se esconde detrás de una monumental portada neoclásica. En el lugar donde se ubicaba un templo románico, se construyó entre los siglos XIV y XV la catedral gótica. La talla románica de Santa María preside el templo, y a sus pies, en la nave central, en un espacio de privilegio se emplazan los excelsos sepulcros del rey Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastámara, hija del rey castellano Enrique II. El artífice de esta maravilla en piedra fue el escultor Lomme de Tournai.



No obstante hay quien piensa, y quizás no le falte razón, que la joya de la seo es su claustro, obra universal de la arquitectura gótica.


Aunque ya no quede ni rastro, Pamplona también tuvo castillo, que ocupaba las inmediaciones de la plaza homónima.


La catedral es la sede del obispo y el castillo del rey. En Pamplona estaban demasiado cerca el uno del otro. Y alrededor de ambos, como un cinturón que aprieta, se distribuyen los levantiscos burgos. Aquí en el Medievo no se aburría nadie. Los vecinos de cada burgo tenían su propia muralla, iglesia (fortificada, por supuesto) y supongo que milicia (más o menos organizada) para zurrar a los vecinos. Tres burgos, cada uno con sus cosas, el rey (y la corte), y el obispo (más la curia), un auténtico rompecabezas que en la práctica daba lugar a una ciudad difícil de gobernar.


En el burgo del mismo nombre se eleva la poderosa torre (casi podríamos hablar de una torre del homenaje) de la iglesia de San Nicolás. Una iglesia-fortaleza (de las que hay magníficos ejemplos por toda Navarra, como la de Ujué), del siglo XIII, románica de transición al gótico, tuvo una importante función defensiva para los vecinos del barrio.



El burgo de la Población también llamado de San Nicolás con iglesia dedicada al santo de Bari encierra vestigios de esta Edad Media tan rica en acontecimientos en el reino de Navarra y en particular en su capital. La torre fortificada de esta iglesia es un símbolo de la simbiosis religiosa y guerrera que ocupó buena parte del pasado de la ciudad.


Jesús Tanco Lerga.

El Camino de Santiago en Navarra.




La iglesia de San Cernín (o San Saturnino) también fortificada, es el centro religioso del viejo burgo del mismo nombre. Un robusto templo, cuyos elementos defensivos no le restan elegancia. San Cernín, auténtica fortaleza y mi iglesia favorita de la capital del reino. 



En su interior un relieve de un caballero desconocido lleva siglos espoleando la imaginación de propios y extraños. Entre ellos el poeta romántico francés Víctor Hugo.


En el burgo de San Cernin destaca la iglesia del titular que presenta en su portada una imagen de Santiago el Mayor con un peregrino a sus pies. La iconografía se repite en el retablo, como prueba de la atención que se prestaba a la peregrinación dentro de la vida espiritual del barrio que contaba con cofradía santiaguista. La Virgen del Camino que procede de la ciudad vecina y limítrofe de Alfaro es la patrona de la ciudad y se venera en capilla barroca anexa.


Jesús Tanco Lerga.

El Camino de Santiago en Navarra.




Otro edificio destacado, por su historia y su estilo arquitectónico es la sede de la Cámara de Comptos, obra del siglo XIII, único ejemplo de gótico civil en Pamplona.


Los barrios medievales eran el barrio antiguo (y original) de la Navarrería (personalidad pamplonica – o pamplonesa – vinos y pinchos, y alguna que otra reivindicación), entre la calle del Carmen y la cuesta de la Curia, San Cernín (con su poderosa iglesia fortificada que ya hemos visto), barrio de comerciantes y artesanos (fulleros y levantiscos), y San Nicolás, o el burgo Nuevo, el burgo de los navarros libres y los foráneos (generalmente conocidos como francos), a la altura del paseo de Sarasate, y monumento a los fueros, muy cerca de la Plaza del Castillo. La plaza del Castillo era el espacio político y la Catedral la sede del poder religioso. ¿Cómo serían las relaciones entre los cincos poderes – tres barrios, el rey y el obispo? ¿Apoyaría el rey a los vecinos de San Nicolás y el obispo a la Navarreria? ¿Porfiaban los comerciantes y artesanos de San Cernín contra todos?¿Era la iglesia de la Navarrería la propia catedral?. Un microcosmos ciertamente interesante.


En el siglo XII, en medio de la gran afluencia de peregrinos, se configuran los burgos o barrios de francos de San Cernin o San Saturnino, su cristianizador primero y el de la Población o de San Nicolás, además de los que podríamos decir de barrios secundarios como San Miguel y el de la Judería, pues también en Pamplona había una aljama de dimensiones notorias. Las relaciones entre los diferentes burgos fueron en distintas ocasiones muy tensas, en especial cuando en el último cuarto del siglo XIV se desencadenó la guerra de la Navarreria con un desastre para el núcleo originario de la ciudad que fue destruido y cuya narración dio pie a que Anelier escribiera en provenzal su célebre poema. En 1423, Carlos III el Noble unifica la ciudad que con la paz en sus gentes vive una época de sosiego.

Jesús Tanco Lerga.

El Camino de Santiago en Navarra.


En 1423 el rey de Navarra Carlos III el Noble , cuyos restos mortales reposan bajo el impresionante sepulcro gótico que hemos visto en la catedral, y al que me encontré una tarde mientras paseaba por el centro, zanjó las disputas entre los burgos, decretando la unificación de toda la ciudad y ordenando el derribo de las murallas, en virtud del Privilegio de Unión. Este decisión marca el nacimiento de la ciudad moderna de Pamplona. ¿Otra partida de nacimiento para la ciudad?.




El actual ayuntamiento ocupa el emplazamiento de la Casa de la Jurería sede del gobierno municipal nacido del Privilegio de Unión. El edificio se ubica en el lugar donde confluían los tres burgos.



Pamplona tiene una coqueta sala de estar, la Plaza del Castillo, donde vecinos y allegados, viajeros, caminantes y peregrinos, comparten mesa y mantel. La podemos considerar el corazón y el centro neurálgico de la ciudad. Un lugar delicioso, especialmente durante las largas tardes primaverales, en las que la noche se funde con el día de forma casi imperceptible.


Sancho III el Mayor.

Sancho VIII el Fuerte 

Sancho VII el Fuerte acompaña a Sancho III el Mayor en la fachada del Palacio de Navarra, sede del Gobierno de Navarra.




La conocida como Matrona Foral remata el Monumento a los Fueros, una especie de columna de la victoria, que conmemora la defensa del régimen foral por parte del pueblo navarro.


El mes de Julio, Pamplona se convierte en capital mundial de la fiesta, desde que Ernest Hemigway escribiese sobre ella, y la viviese con pasión en primera persona. 

 


En 1957 la bellísima Ava Gadner acompañada entre otros por Tyrone Power y Errol Flyn vivieron su particular versión de Fiesta (eso sí, ninguno rodó escena alguna en Pamplona).




La calle Estafeta y la Plaza de Toros, junto con la Plaza del Castillo, forman la santísima trinidad de las fiestas estivales dedicadas a San Fermín.




Los encierros de San Fermín y sus animadas fiestas veraniegas son universalmente conocidas. Lo mismo ocurre con el Pacharán, un licor a base de endrina que entre bien a cualquier hora del día. Y cualquier día del año.




Algunos locales – y viviendas particulares – hacen propaganda política, a favor de la independencia catalana y vasca, tal vez Navarra, la III República y el acercamiento (o incluso indulto) de los presos etarras. Me gustaría saber que piensa un navarro de a pie, de esos que les gusta comer y beber, el fútbol y vivir, que son dos días.


Olentzero, carbonero mítico que se encarga de repartir regalos entre los niños (y no tan niños) de Navarra y País Vasco, durante las fiestas navideñas. Año tras año va ganando puntos frente a Papa Noel y los Reyes Magos.




La Ciudadela, conjunto fortificado, custodia y protege en su interior a la ciudad medieval, la original. Toda la fortificación fue levantada entre los siglos XVI y XVII, cuando el emperador Carlos V necesitaba defender la frontera de la Francia de su archienemigo Francisco I. Este diseño defensivo seguía los patrones vigentes durante el Renacimiento.


En el año 1521 se produjo el asedio de Pamplona por parte de una columna procedente de Baja Navarra que pretendía reconquistar la ciudad que ya se había integrado en los dominios del emperador Carlos. Durante los bombardeos que sufrió la población, resultó herido el capitán Íñigo López de Recalde, más conocido como Ignacio de Loyola, que posteriormente fundaría la Compañía de Jesús, brazo ejecutor de la Contrarreforma Católica.







La Taconera. Lo que un día fue un recinto militar fortificado, hoy es un apacible parque urbano, con jardines, árboles, fuentes y aves, muchas aves, grandes y pequeñas. Un paraíso para las gallináceas; pintadas, pavos, pavos reales, faisanes, gallinas, y también para las que gustan del agua, como gansos, cisnes, ánades, gallinetas. . . 




. . .  e incluso barnaclas cariblancas, procedentes de la lejana Escandinavia. 




También una pequeña manada de ciervos. Lugar de evasión y esparcimiento.






Cuenta Pamplona con un coqueto jardín japonés, el Parque Yamaguchi, fruto del hermanamiento entre la ciudad navarra y la ciudad japonesa.




Pamplona también ha sido, y lo seguirá siendo durante mucho tiempo, uno de los hitos más destacados del Camino Francés que se dirige a Santiago de Compostela. De hecho es la primera ciudad a la que llegan los peregrinos que han cruzado los Pirineos por Roncesvalles. Los peregrinos entran en el casco histórico pamplonés por la Puerta de Francia o de Zumalacárreghi, y enlazan directamente con la calle del Carmen, donde no faltan albergues y servicios de todo tipo para la fatiga del cuerpo y los dolores del alma.



Antes de ingresar en la ciudad propiamente dicha, los peregrinos que se van acercando a Pamplona cruzan el río Arga por el puente de la Magdalena. Otro de los puentes que cruza el río es el de los Curtidores o de Rochapea.


En el año 1989 llegó a Pamplona, procedente de su Polonia natal, Jan Urban, y no lo hizo como peregrino, sino como fichaje estrella del Club Atlético Osasuna, el equipo de fútbol de la ciudad. Osasuna y Pamplona tienen una relación muy estrecha, los vecinos de la ciudad (y en general de toda Navarra) sienten gran pasión por este equipo. En el año 2000 César Palacios, capitán del plantel que logró el ansiado ascenso a primera división esa temporada, tuvo el honor de lanzar el chupinazo que abre las fiestas de San Fermín, y el histórico defensa César Cruchaga era corredor habitual en los encierros.




Osasuna es un equipo de fútbol que nunca ha renunciado a su esencia, luchar cada partido hasta el último aliento. Pocas ciudades existen en el panorama futbolístico mundial tan identificada con su equipo. Su estadio, el Sadar, es como la aldea de Astérix y Obélix, los irreductibles galos que provocan más de un dolor de cabeza a las poderosas legiones del Divino Julio César. Lo mismo sucede en el césped del Sadar, aquí los equipos vienen a sufrir . . . !No podrán parar a Patxi Puñal'¡.


Como Toledo, Granada o Santiago de Compostela, la capital navarra es una urbe imprescindible para el caminante. Su estructura urbana y sus monumentos son fruto de su historia. Pamplona encierra toda la esencia de la Edad Media; sede episcopal, corte real, burgo comercial y barrios de trabajadores. Las fascinantes iglesias fortificadas de San Cernín y de San Esteban, son el recuerdo y el símbolo de dos burgos vecinos, que como tales, vivían uno de espaldas al otro. Terrazas, tascas y pinchos, largos paseos arbolados, casonas, palacetes y restaurantes para reventar del placer gastronómico, fachadas monumentales y rincones embaucadores, una serie de calles de marcada personalidad, en definitiva, una ciudad para ser disfrutada . . .


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