sábado, 30 de septiembre de 2023
VENECIA Y LA AMENAZA NORMANDA.
miércoles, 27 de septiembre de 2023
CAMPO SANTA GIUSTINA
IL PONTE DEL REDENTORE.
jueves, 21 de septiembre de 2023
GATTAMELATA. EL MONUMENTO ECUESTRE DEL CONDOTIERO.
Durante el Renacimiento, los artistas italianos echaron la vista atrás en el tiempo, buscando inspiración para sus creaciones, la gloriosa Roma Imperial hacía siglos que había muerto, pero su legado material seguía presente. El célebre Donatello imaginó al condotiero Gattamelata con el porte imperial de Marco Aurelio, cuyo espléndido retrato ecuestre, aún se conservaba en el Palacio de Letrán (fue trasladado a la Piazza del Campidoglio en 1538). Pero también se fijó en otros modelos más cercanos, como los caballos de la basílica de San Marco en Venecia o el monumento funerario a John Hawkwood (Giovanni Accuto), un proyecto escultórico nonato, del que se conserva un espléndido fresco en la catedral de Florencia, pintado por Paulo Ucello (1436). Estamos ante la primera escultura de grandes dimensiones fundida en bronce en la Edad Moderna. Además, también es la primera escultura de su tiempo concebida como obra libre, en relación al entorno urbanístico, sin estas supeditada al marco arquitectónico.
El militar y el caballo siempre ha sido una imagen poderosa, temida en el campo de batalla, admirada en el ámbito civil. El caballo siempre ha sido, desde su domesticación en las inmensas estepas euroasiáticas, símbolo de estatus y manifestación de poder de las élites guerreras. El caballo, una montura idealizada, parece contener el movimiento, salvo por la ligera curvatura de una de las patas delanteras que reposa sobre una esfera. Condotiero y caballo conforman un conjunto de gran solemnidad, una imagen poderosa y marcial, que será imitada (con más o menos fortuna) con posteridad.
Erasmo de Narni, conocido como Gattamelta, se eleva poderoso en un lugar de privilegio, a la vista de todos, frente a la basílica de San Antonio, un espacio de peregrinación para miles de fieles. Luce la típica armadura de la época, con protecciones en brazos y piernas, guanteletes y espuelas, la enorme espada enfundada y el bastón en la diestra. Su gesto altivo, su aire heroico, invicto en el campo de batalla, casi invulnerable, su bastón de mando y su vestimenta, lo asemejan a los victoriosos césares romanos, henchidos de triunfo. Su posición elevada muestra su poder, y la autoridad del condotiero que domina el espacio circundante y a la gente que se mueve a su alrededor. Incluso intimida a los observadores y curiosos que se acercan a contemplar la escultura.
Famoso condotiero, de nombre Ersmo de Narni, vuelto a la vida de la mano de Donatello, vigila eternamente los cielos de Padua, las tierras de la República de Venecia, que en el pasado, defendió con la espada.
lunes, 11 de septiembre de 2023
UN POEMA DE PERE GIMFERRER SOBRE VENECIA.
Oda a Venecia ante el mar de los teatros.
Las coplas falsas, el veneno y la calavera
de los teatros.
García Lorca.
Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con que trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Que pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín
que parte en dos aires de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello. Lloraba yo, acodado al balcón
como en un mal poema romántico, y el aire
promovía disturbios de humo azul y alcanfor.
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo,
un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama
que las potencias últimas enviaban a mi sueño.
Lloré, lloré, lloré.
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
Helada noche, ardiente noche, noche mía
como si hoy la viviera!. Es doloroso y dulce
haber dejado atrás la Venecia en que todos
para nuestro castigo fuimos adolescentes
y perseguirnos hoy por las salas vacías
en ronda de jinetes que disuelve un espejo
negando, con su doble, la realidad de este poema.
Pere Gimferrer.
Arde
el Mar (1963 - 1965)