sábado, 11 de febrero de 2023

ATAQUES LOMBARDOS Y PROTECCIÓN BIZANTINA.

 


A principios del siglo VI una nueva invasión asoló el Norte de Italia. En esta ocasión fueron los lombardos. En la primavera del 568, dirigidos por el enérgico Alboíno, los lombardos se desparramaron por el norte de Italia, y como otros pueblos germanos, establecieron un reino en los alrededores de Milán (la vieja Mediolanum). Este reino lombardo pervivió hasta el 774, momento en que fue conquistado por un pueblo más pretensioso, llamado a marcar (en gran medida) la historia del Occidente Europeo en la Alta Edad Media, hablamos de los francos. Aunque la región del Véneto también sufrió los rigores de la guerra, Venecia consiguió salvarse, por que contaba con un poderoso (e interesado) protector, Bizancio (léase Imperio Romano de Oriente).



Unas pocas décadas antes de la irrupción lombarda, se sentaba en el trono de Constantinopla, la magnífica ciudad refundada por Constantino el Grande, y que tanto habría de influir en la recién nacida Venecia, un ambicioso (y algo soñador) emperador de nombre Justiniano. Este Justiniano, junto a su inteligente, y no menos ambiciosa esposa, Teodora, proyectaron una gigantesca empresa; reconstruir el antiguo Imperio Romano. La maquinaria militar bizantina (que hasta la irrupción del Islam seguía siendo la potencia hegemónica en Oriente) se puso en marcha. Las tropas del general Belisario conquistaron , entre otros territorios (como el Levante de la Península Ibérica, o el Norte de África), buena parte de la península italiana, incluida Venecia.


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